CRÓNICA

La familia de los Dávila

La fiesta del Patrocinio de San José como la del Hallazgo de la Santa Cruz fueron siempre celebraciones de gran entidad en la Villa de Teror

La familia de los Dávila

La familia de los Dávila / José Luis Yánez

José Luis Yánez

Tanto la fiesta del Patrocinio de San José como la del Hallazgo de la Santa Cruz fueron siempre celebraciones de gran entidad en la Villa de Teror. Al no poderse solemnizar la primera en la onomástica correspondiente por coincidir con tiempos cuaresmales, se trasladó al inicio de la primavera una vez transcurrido el llamado Tiempo Pascual o Pascua Florida. Fueron, por ello, festejos típicamente abrileños y mayeros durante décadas.

La segunda conmemora el hallazgo o invención de los restos de la Vera Cruz por Santa Elena, madre del emperador Constantino y estuvo ubicada desde siempre el 3 de mayo, fecha en la que presuntamente se produjo dicho suceso.

Era la figura del San José muy querida por la clase humilde que veía en su persona y obra algo muy cercano a su día a día.

Atendiendo a esa cercanía, Pío IX fijó en 1847 la fiesta a San José en el tiempo pascual y en 1870 el mismo Papa lo declaró Patrono de la Iglesia universal y elevó la fiesta del 19 de marzo a rito doble de primera clase. Los pontífices siguientes seguirían en la misma línea de exaltación hasta llegar a Pío XII.

Con la decisión de este último, ambas conmemoraciones se vieron ubicadas casi en las mismas fechas sin que existiese una anterior relación festiva conjunta. Esta costumbre de unirlas en la Villa de Teror comenzó a mediados del pasado siglo, pero terminó por afianzarse a partir de la resolución de Pío XII de institucionalizar la festividad dedicada a San José Obrero o Artesano como Patrono de los Trabajadores el 1 de mayo de 1955.

Las fiestas de San José fueron siempre unos eventos con amplia participación popular y tanto la juventud terorense como el gremio de carpinteros -organizadores de las mismas- se encargaban de cubrir las expectativas del vecindario del municipio y junto a triduos, funciones, y sermones en la Basílica aparecían enramadas, arcos, plantaciones de árboles, carreras de caballos, fuegos artificiales, bailes con la Banda de Música, paseo, feria de ganados, encuentros de fútbol, carreras de cintas en bicicletas o veladas teatrales en los llamados salones de catequesis.

A partir de la erección de las otras dos parroquias desgajadas de la del Pino en el siglo XX, tanto en Los Arbejales como en El Palmar comenzaron también a celebrarse actos festivos y religiosos en el mes de mayo. En El Palmar quede la historia de San José El Huevero para profundizar más en fiesta y apodo.

Pero sería en 1955, cuando además de la decisión papal Teror celebraba el Cincuentenario de la Coronación Canónica de Nuestra Señora del Pino, se celebraron fiestas agrupadas en fecha, pero separadas en sus eventos y aunque en 1952 también se habían realizado conjuntamente no alcanzaron la brillantez de 1955 ni dejaron fijados sus principales actos.

Así, tras un triduo desde el 28 al 30 de abril, el domingo 1 de mayo a las 10 y media de la mañana, tuvo lugar una solemne función religiosa cantada por Jóvenes de Acción Católica en la que predicó don Faustino Alonso, cura párroco del Sagrado Corazón de Jesús en Arbejales.

A su término, salió la procesión del Santo recorriendo las calles de costumbre, escoltada por el Ilustre Ayuntamiento carpinteros y pueblo. La procesión de la Santa Cruz se efectuó el 3 de mayo por otras calles.

Los días anteriores se dedicaban -entonces y ahora- al adorno de las fachadas con las llamadas «Cruces de mayo».

La comisión organizadora formada por las familias de carpinteros y luego integrada por estos y por las de los fueguistas Dávila, adornaban la Cruz Verde y toda la Plaza de Nuestra Señora del Pino a la antigua usanza de las guirnaldas de álamo blanco.

Este año han vuelto nuevamente a cumplir con LA tradición y costumbre.

Los comercios se cerraban siempre el día de la Santa Cruz y a partir de la colocación de una en la Hoya Alta en 1901. Ese día era de obligado cumplimiento el subir y celebrar comidas y distintos actos religiosos, donde otra familia, los González, adquirieron el compromiso de adornarla con flores y elementos vegetales y con el que continúan en la actualidad.

Tanto la unificación en una sola procesión, así como ligar a esta fiesta el tradicional evento del Barco y el Castillo se produjo a mediados del pasado siglo, con lo que la fiesta entró en los años sesenta ya muy parecida a como la conocemos en la actualidad.

La integración de nuevos espacios urbanos creados en las últimas décadas ha determinado el traslado de eventos a los mismos teniendo en cuenta sobre todo la seguridad del pueblo asistente como la de las antiguas edificaciones del conjunto histórico de la Villa. Dependiendo de ello, así como de presupuestos municipales o variaciones en la estructuración laboral del pueblo, han alterado ésta y otras celebraciones. La principal de ellas ha sido la desaparición de los carpinteros como tradicionales organizadores de la misma, aunque los fueguistas han sabido coger el relevo con todo el honor debido al mismo.

Los terorenses -la familia Dávila es un buen ejemplo de ello- han sabido tener el pundonor y la honestidad del debido respeto a las tradiciones de los mayores. Y así lo afirmaba en uno de sus escritos, el terorense Antonio Sarmiento Domínguez cuando hablando de la Hoya Alta y la costumbre de subir en estos días.

«Teror, luciendo cruces de lindas flores en sus ventanas y balcones, anuncia a sus habitantes la gran romería a la Cruz de la Hoya Alta».

La relación del acto bélico del ‘Barco y el Castillo’ que conmemora la miliciana gesta en el intento de invasión de Sir Francis Drake en 1595, con la defensa del honor y sobre todo del catolicismo, ha sido uno de los principales motivos de su pervivencia hasta la actualidad.

El traslado de esta festividad marinera, costera y hasta militar durante algún tiempo, a otros pueblos del interior de Gran Canaria (San Lorenzo, Santa Brígida, Teror) se debe a la aparición a mediados del siglo XIX de esta familia, que al día de hoy es patrimonio intangible y valioso de la Villa Mariana.

Todo comenzó con Gabriel Dávila Trujillo, primer fueguista destacado en la isla de la Gran Canaria- que nació en La Aldea el 3 de noviembre de 1814, con raíces maternas en la isla de Fuerteventura.

Trasladado por matrimonio a Gáldar, comenzó allí sus actividades en la pirotecnia que transmitió a los hijos tenidos con su primera mujer, la galdense María de Quesada. Uno de ellos, Francisco Dávila Quesada, fue bisabuelo de Juan Ramón Martel fundador en 1982 de la empresa de Pirotecnia San Miguel de Valsequillo.

Gabriel terminó por recalar en el barrio terorense de Guanchía el año de 1850, donde se unió con la terorense Brígida Morales. Y es en ese momento donde está la raíz de la celebración del ‘La Quema del Barco y el Castillo’ de Teror: en los Dávila que en la década de 1930 la trajeron desde la Fiesta de La Naval del Puerto en Las Palmas de Gran Canaria a la primaveral fiesta de San José y La Santa Cruz.

Por ello, con los años y el progresivo abandono del gremio carpinteril, ha quedado hoy, con toda justicia y mérito en manos de los fueguistas de la Villa, verdadero lujo, patrimonio y tradición de toda la isla de Gran Canaria, de toda Canarias.

Ya en 1918, Francisco González Díaz escribía de ellos «En Guanchía se prepara y carga la pólvora que arde en las fiestas de Gran Canaria, de Guanchía salen sorprendentes monumentos pirotécnicos; en Guanchía están los brujos de la magia flamínea y sonora que encanta las vísperas patronales de nuestras aldeas».

Desde Gabriel Dávila Trujillo han venido sucesivamente siete generaciones que han mantenido artesanía tradición y fiesta: Juan Dávila Morales, Pedro Dávila Santana, Pedro Dávila Rodríguez, Benjamín Dávila Cabrera, Benjamín Dávila Sosa y Benjamín Dávila Rodríguez forman la línea genealógica, histórica y emocional del evento de ‘La Quema del Barco y el Castillo’ y en resumen de toda esta fiesta.

Por esa razón, nadie mejor que Benjamín Dávila Sosa para iniciar este primer pregón, con el que el ayuntamiento de Teror ha decidido con todo acierto innovarlas este año.

El reconocimiento y el agradecimiento social lo tienen en toda Gran Canaria. Ahora tienen ya el honor de ser los depositarios de salvaguardar este histórico evento para las generaciones futuras siendo además sus primeros pregoneros para el archipiélago entero.

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