Muere el pintor surrealista canario Julio Viera afincado en Mallorca

El artista, nacido en el barrio marinero de San Cristóbal, tenía 89 años

Viera se codeó con creadores de fama como Dalí y Picasso

Julio Viera.

Julio Viera. / Manu Mielniezuk

L. M. M.

El pintor grancanario Julio Viera Fleitas, falleció este lunes en Mallorca, isla que fue su hogar, el de su mujer, Hannelore von Furstenberg, y el de sus hijos, Natalia Y Leonardo, durante décadas.

‘El Genialísimo’, como Viera se llamaba a sí mismo, nació el ocho de julio de 1934. Ese verano el barrio marinero de San Cristóbal, daba la bienvenida a un artista que llevaría a su tierra natal por bandera a lo largo y ancho del globo.

Aunque desde bien pequeño fue “llamado” por la pintura, el grancanario dominó, como muchos otros vanguardistas del siglo XX , otras disciplinas artísticas como el cine y la escritura.

Julio Viera decidió abandonar las orillas repletas de callaos en las que nació en 1950, con apenas 16 años. “Quería escaparme de la quemada España de 1950 y pico”, explicó Viera en una entrevista hace diez años. En ella apuntó también que, “al contrario que el cervantino Galdós”, nunca quiso olvidarse del lugar en el nació, Las Palmas de Gran Canaria

Emigró a Bélgica con 23 años, donde trabajó en una mina de carbón a la vez que continuaba pintando y explorando con el color y el surrealismo. Allí escribió su “dantesco poemario” ‘El otro infierno’ y formó parte de la Exposición Universal de Bruselas en 1958, donde exhibió su obra “cósmica” a los pies de ‘Atomium’, escultura de 102 metros de altura, construida para el evento.

La Ciudad de la Luz, fue su siguiente destino. Durante más de una década, el grancanario residió en la capital francesa. Vivió en la rue Fontaine y fue vecino de André Breton, padre del surrealismo, y del ‘Moulin Rouge’.

Allí, donde “todas las escaleras conducen a Montmartre”, entabló relaciones con otros artistas españoles como Alejandro Conde López, Pablo Picasso y Salvador Dalí. 

Su amistad con el artista catalán fue muy estrecha. Viera contó en una entrevista que en una ocasión que Dalí le llamó para visitarlo en su casa de Mallorca, el grancanario le puso como condición que entrara de rodillas “por el quicio de la puerta”. Propuesta que el de Figueres aceptó.

La relación entre los artistas también era de admiración mutua. Tanto era así que Dalí apadrinó la Exposición de Julio Viera en París, del que escribió lo siguiente:“...Viera fabrica pinceles de su abundancia capilar y de las pestañas de sus musas de carne y hueso. Le llamo “Sansón” porque derrite como cirios a las falsas columnas con su volcánico Arte: ¡Su temperamental figura, a veces, hasta eclípsa a la mía en el espectáculo universal!...”

En al capital francesa conoce, en 1960, a la que fue su mujer, la pintora alemana Hannelore von Furstenberg. Un año después nació su hija Natalia y en 1965 su hijo Leonardo, sus “mejores obras de arte”. 

“Al no soportar más el estudiantil y revolucionario Mayo Francés”, el pintor de San Cristóbal abandonó París y viajó por Berlín, Moscú, Roma, Venecia, Madrid, Andalucía, Tánger, Gibraltar y Viena, entre otros tantos lugares para exponer sus obras. 

En 1971 llegó a Palma de Mallorca isla que le acogió hasta el fin de sus días. Viera creó multitud de obras desde el interior de su taller en la calle Monterrey. A orillas del Mediterránero pintó, con tinta de calamar, ‘El fantasma de Chopin’ y publicó ‘La quijotesca locura de llamarme El Genialísmo’. El Genialísimo fue un niño autodidacta hasta que entró en la Escuela de Arte Luján Pérez, cuna de otros artistas canarios como Felo Monzón, Jane y Manolo Millares, Lola Massieu y Plácido Fleitas.

Viera paseó sus obras por todo el globo y algunas de ellas nunca volvieron con su creador. Este es el caso de los cuadros ‘El Cristo negro’ y ‘El Cristo del Atlántico’, que con dos metros de altura cada uno ocupan la Pinacoteca Paulina del Vaticano. El grancanario ofreció ambas pinturas como ofrenda a “su Santidad el Papa Pablo VI”.

Viera también fue actor. Comenzó esta andadura en 1956, cuando John Huston visitó Las Palmas de Gran Canaria con la Warner Bros para rodar “las más espectaculares escenas” de ‘Moby Dick’, cinta en la que dobló a Gregory Peck. 

Años más tarde, en París, protagonizó ‘La resurrección de Rasputin’, una película de André Breton. El grancanario definió este film como “una película metafísica con visiones mágicas de París y Moscú”. 

Aunque para magia la suya, que le permitió, durante 89 años, sorprender, conmover y provocar con sus surrealistas pinturas y originales escritos.