Hay momentos huidizos que lo dicen todo, más incluso que cien biografías: "Yo soy uno que ha venido a disfrutar de la Caleta de Famara". El hombre no suelta ni media palabra a partir de ahí, pero lo ha dejado claro. Allí se queda, respetada su paz, regostado en un hueco sombrío del dique del pueblo costero, con un risco al frente en cuya cima, como él, sestean la tarde las nubes. La localidad, uno de los epicentros del estío lanzaroteño, bulle de vida a veces teñida de nostalgia. "Es como estar en el Arrecife de hace treinta años", apunta Quique, que no perdona dos meses de vacaciones en esta apaciguada esquina insular.

"Yo me baño, sí, pero en mi casa, porque si no las mujeres dicen que está uno gediendo y salen corriendo de uno..." De Guillermo León Guerra cuentan en el pueblo que "es experto en batatas", que para eso se ha criado en el corazón del jable de Lanzarote, en Muñique, donde es proverbio que el tubérculo "se daba que daba miedo". "Antes trabajaba uno como un borriquito, y hoy se queja la gente", masculla entre amigos, asocados bajo el muro de una vieja casa que mira directamente al embarcadero. Él pasa días y noches enteras en su refugio en la Caleta, pero sube a diario a Muñique a atender a los animales. "Porque yo soy su Dios", explica.

Se podría decir que Ginés Avero tiene cara de Famara, esto es, de relajación. Hace años decidió comprar una casita en la Caleta, que es como adquirir una parcela en el paraíso. "Lo más que me gusta de esto es la tranquilidad que hay aquí", apunta. Esta respuesta se repetiría cientos de veces en cientos de personas. A veces sale con un amigo en un barquito y echan para arriba seifíos, sargos y los peces de fondo que anden por allí sumergidos.

Al fin del día, si se mira hacia el risco, es como hacerlo hacia un gran lienzo donde la caída del sol pinta los últimos retazos ocres y dorados. Si se enfoca la mirada hacia el sur, tropieza ésta con un puñado de casas envueltas en luces fantasmagóricas donde, sin embargo, la gente parece realmente feliz de estar aquí, en la vida.