El ensayo se hace con 25 sacos de arena de 25 kilos cada uno sobre un gran andamio de hierro y madera, pero saben que la madrugá del 16 de julio no será lo mismo. Bajo el trono de alpaca de la Virgen del Carmen, apretados por el gentío y emocionados por alzar a la patrona de los marineros, el mundo queda reducido a 50 vecinos bien avenidos. Es el número de costaleros que, un año más, harán vibrar al popular barrio de La Isleta.

A los costaleros de este año no ha hecho falta tallarlos como en el antiguo servicio militar para llevar el trono. La igualá, ritual en el que se decide en qué posición va cada cofrade de acuerdo a la estatura, es la misma que el pasado año, ya que las solicitudes eran tantas que se decidió cerrar el cupo en 2009.

El presidente de los costaleros de la Virgen del Carmen, Ángel Luzardo, explica que los más altos se colocan en la parte de atrás del trono, mientras que los más bajos van en la parte delantera. Los 50 hombres se irán turnando en grupos de 30 para soportar los más de 1.400 kilos que estiman pesa la imagen con sus ornamentos y flores.

"El peso del trono está en la parte de atrás. La primera hora cada uno soporta unos 50 kilos, pero a media que pasa el tiempo, el peso es mayor", confiesa tras seis años de experiencia encargado de cantar a su compañeros el paso que ha de acompañar a la música desde la última trabajadera. El repertorio es amplio: el piqué, el piqué con el izquierdo, sobre los pies, costeros, largos, romper... Tan largos como el musical. "Acabo ronco y muerto", cuenta.

Los costaleros son los mismos, pero el ensayo es necesario. Se enfundan sus alpargatas, su fajín y el costal y marcan el paso en el patio de un colegio de La Isleta con la misma seriedad que el día de la procesión. La imagen se cargaba antiguamente a hombros, pero desde que e decidiera colocar las trabajaderas y cargar al ritmo sevillano -al costal-, el trono luce de otra manera. "Aquí venimos a sufrir, esto no es un partido de fútbol", relata un costalero.

El ensayo es sagrado. No se admiten faltas. ¿Y si algún día no hubiera costaleros? "La imagen lleva cien años y hay mucha devoción, saldría aunque fuera con ruedas", dice Luzardo. Miguel Placeres tiene 49 años, 20 de ellos como costalero. Su hijo, Ayoze, de 22, ya le acompaña.

La tarea de marcar la chicotá -los tramos por los que camina la imagen- la lleva desde hace años Ignacio Ayllón. Él abre el camino al son del martillo mientras David Sánchez y Francisco González abren paso y guían a derecha e izquierda. Todos tienen su cometido y ahora se preparan para enfilar Faycanes y Menceyes, las peores calles de La Isleta para caminar al costal.