La música la pinchaba un marinero desde la primera de las 25 carrozas -Asociación Recreativa y Cultural La Carroza- que desfilaron entre el Castillo de La Luz y el parque de Santa Catalina. Cientos de mascaritas chicas y grandes se arremolinaban tras el vehículo; algunas parecían desquitarse de la lluvia del pasado sábado.

Esta era una de las imágenes divertidas que se pudieron captar a partir de las cinco de la tarde, momento en que dio comienzo el pasacalle y que fue abierto por cuatro jirafas de la compañía Xirriquiteula.

Miles de familias como Adrián, Alejandro, Ray y Daniel, primos de 3, 10, 4 y 7 años, respectivamente, acompañados de sus madres, vivían la Cabalgata desde primera fila. Sólo Ray, de esqueleto, y Adrián, de tortuga Ninja, se habían atrevido a salir a la calle con el disfraz. "No se quisieron vestir, pero no nos perdemos ningún desfile", comentaba Elena García, la madre de Alejandro y Daniel.

Las comparsas Metrópolis, Samba latina, Kisamba, Brisa del Volcán, Cubatao y Estilo Junior pusieron el brillo y el color a una tarde soleada en la que hubo mucho ambiente marinero -grumetes, piratas, sirenitas- y mucho dibujo animado -Mickey Mouse, Mimi, Buzz.

La nota canaria la pusieron 18 pequeños papagüevos del barrio de Guanarteme realizados por la Asociación Amigos de los Papagüevos El Jolgorio. Es el segundo año que desfilan y para la ocasión, habían recreado a Blancanieves, a Pinocho y a un Dragón.

Coraima Turrumbiú, Álvaro Moreno y Lisette Hernández, de 8, 5 y 11 años, respectivamente, habían sido algunos de los pequeños que encargados de dar vida a Campanilla, Antonio y la popular hormiga Trankas.

La Cabalgata tuvo su fin de fiesta en el parque de Santa Catalina con un espectáculo infantil que comenzó a las siete de la tarde cuando aún no había ni llegado la primera de las carrozas.

"Sigan, sigan al fondo que hay churros gratis para los padres", decía un policía local a todo el que entraba en un parque ya al completo mientras Paco Mario anunciaba por el micrófono que los padres no perdieran de vista a los pequeños.

Allí, Francisco Gonzalo, que estaba vestido de Stormtroopers, el soldado imperial de la mítica película La Guerra de las Galaxias, era el más fotografiado. El traje le había costado la friolera de 1.500 euros y había venido desde Estados Unidos vía Internet.