Éramos una treintena de amigos del Club Victoria que sólo quería divertirse", cuenta Paco Dávila, 27 años en el cargo de presidente y orgulloso de recibir este reconocimiento con motivo de las fiestas fundacionales de Las Palmas de Gran Canaria, el próximo 23 de junio. "Es un premio a la labor que hemos hecho durante 31 años con muchos jóvenes que, sin trabajo y sin estudios, no han estado tirados en la calle", añade.

Casi desde el primer momento en que cogieron el pito y se enfundaron su disfraz cosecharon éxitos. En 1982 se llevaron el segundo premio de interpretación de las carnestolendas capitalinas. Un año después, el primero; y así hasta más de una veintena de premios. El último, el pasado año.

Su caché no está sólo en los galardones, sino en haber sabido crear escuela con la murga femenina Lady's Chancletas y una murga infantil. Una cantera que cuesta dinero porque no cuentan con ningún local público para ensayar.

También en salvar obstáculos con los alcaldes de turno, como lo que les ocurrió en los Carnavales de 2006, en los que una parodia a la Policía Local les llevó directamente a los tribunales. "Ganamos el pleito en cuanto el juez vio la factura de donde habíamos comprado los uniformes", relata.

Es, además, la primera formación que con el título de afilarmónica (1995) dejó de cobrar el premio para poder seguir compitiendo en las fiestas. Todo el que ha querido entrar en la murga, muy unida al barrio de La Isleta, ha tenido hueco aunque no supiera cantar y siempre y cuando "respetara las normas".

"Hay que tener mano izquierda. Mantener una disciplina, porque si no es imposible lle-var a 70 hombres con su idiosincrasia. Aunque esto no es un cuartel", explica Tito Rosales, vicepresidente de la murga is-letera y director musical desde hace 23 años, quien reivindica la grada curva del viejo Estadio Insular para el concurso de murgas en las próximas carnestolendas.