Durmió con Rafael Bornia y Juan el Trota, se reunió con ellos para estudiar las rutas de la coca del Caribe en las cartas de navegación, accedió a sus correos electrónicos y se comprometió a transportar la droga a Canarias en un velero. El agente que se infiltró en la banda de uno de los narcotraficantes más importantes de las Islas relató ayer, en la segunda sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial de Las Palmas, cómo se ganó la confianza del presunto cabecilla y de otros tres acusados para intentar traer desde Venezuela 1.500 kilos de cocaína.

Esa operación se frustró por "problemas" con los proveedores y la "llegada de la temporada de huracanes", pero el agente estaba tan metido en la trama que logró la detención de los imputados en noviembre de 2010, cuando Bornia supuestamente dirigía un golpe menor con la finalidad de obtener dinero y credibilidad para cerrar el envío del velero.

"Rafa me dijo que necesitaba dinero para financiar la operación porque le exigían una garantía mayor dada su situación actual", explicó el policía. "Por eso se hizo lo de las maletas, porque hay normas en el mundo del narcotráfico y cada uno tiene un papel que cumplir", añadió el testigo.

En ese entonces Bornia acababa de salir de prisión en régimen de tercer grado y tenía que volver a ganarse la confianza de sus contactos. Por eso, según el infiltrado, montó el golpe de las maletas, que se saldó con la intervención de 42 kilos de cocaína en el aeropuerto Norte de Tenerife.

El síndrome de Estocolmo

El agente, que es inspector jefe y ha participado en una treintena de operaciones de este tipo, reconoció a preguntas del fiscal antidroga, Javier García Cabañas, que temió caer en el síndrome de Estocolmo porque, "en contra de lo que se pueda pensar", son "personas de un gran componente humano", testificó ayer ante la Sección Segunda.

El funcionario policial, que prestó declaración detrás de un biombo, aseguró que la investigación se activó tras recibir una información secreta de la Agencia Antidroga de EE UU (DEA). En ella se alertó al Cuerpo Nacional de Policía de que "el Trota estaba preparando una operación a gran escala".

El "individuo" al que la agencia extranjera de policía hacía referencia resultó ser Juan E. C., un viejo conocido de la Udyco que ya había sido investigado por esta unidad especializada en Drogas y Crimen Organizado. Por eso se concertó una primera cita entre el Trota y el agente encubierto.

Ese encuentro tuvo lugar entre febrero y marzo de 2010 en una plaza de San Felipe, en el norte de Gran Canaria. Luego se sucedieron otras reuniones en Fuerteventura, Barcelona o Madrid, hasta que finalmente se practicaron los arrestos en noviembre del mismo año. "El amo de la operación era Rafael y el Trota hacía de intermediario", precisó el agente, que adoptó la identidad de José Luis Fernández Gómez para granjearse la confianza de los supuestos narcos. "En los mensajes queda patente que la iniciativa siempre la llevaron ellos", señaló para negar que los incitara a delinquir. El inspector llegó a manejar la oficina virtual de Bornia, una especie de correo electrónico común en el que siempre se escribía en borrador para evitar que los mensajes "salieran" a la Red y fueran interceptados. El juicio sigue hoy con más testificales y escuchas.