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Triana y Vegueta viven la Pasión

La presencia de numerosas familias marcó el ambiente en la procesión de La Burrita en la capital

L. S. Villacastín / A. Ojeda

Miles de personas recibieron ayer a La Burrita en las distintas parroquias de la capital grancanaria. Populosas celebraciones en un Domingo de Ramos soleado. La más señalada, la procesión que se inició y concluyó en la Ermita de San Bernardo, en San Telmo. Allí, la comitiva partió con rigurosa puntualidad, a las 11.00 horas, para abrir de forma oficial el programa de Semana Santa. Pasada la media tarde, te tocó el turno a Vegueta con la salida en procesión de los Nazarenos de la Salud y Esperanza de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán. Un espectáculo visual y musical que erizó la piel a más de uno.

La procesión de La Burrita fue un acontecimiento festivo, por el fondo de la liturgia -la entrada de Jesús en Jerusalén- y por el numeroso público familiar que se dio cita en el entorno de la Calle Mayor de Triana. Los niños, olivo o palma en mano, o bien a hombros de los progenitores, definieron el ambiente matutino previo a la homilía.

Ésta fue tan larga como la propia procesión, que se prolongó, al paso, durante sesenta minutos casi exactos y después de completar su recorrido a lo largo de Triana, Perdomo, Pérez Galdós y Buenos Aires, hasta llegar de nuevo al parque San Telmo.

La Banda de Cumbres y Costas de Moya entonó en la partida el himno nacional, primero, y la marcha La Macarena, de Abel Moreno, después, como señal para los primeros pasos. Un grupo de niños que prepara su comunión en la Ermita encabezó el desfile procesional, junto a devotas ataviadas con mantilla blanca y los cofrades con sus estandartes, convocados por la hermandad.

La Esperanza de Vegueta, El Santo Encuentro, Los Dolores de Triana y La Soledad de la Portería también tuvieron presencia en la cabeza, que tiraba del trono, con Jesús a lomos de La Burrita. Una imagen vestida, que también representaba las potencias del Señor, que fue seguida por numerosos fieles. El público ocupó el ancho del itinerario durante todo el paseo, en el que las ofrendas más populares fueron las ramas de olivo, traídas del albergue de Las Javerianas, en La Atalaya.

También se vieron palmas, en elaboradas trenzas, traídas desde Alicante y encargadas por las asociaciones de vecinos de Mogán. Hoy es más difícil disponer para estos actos de las autóctonas, después de que el picudo rojo castigara a los árboles de los que toma su nombre la ciudad.

Una marcha triunfal anunció el regreso de La Burrita a San Telmo, en donde muchos fieles se anticiparon a coger sitio para la misa que se ofició desde el Quiosco de la Música, en las sillas dispuestas por la parroquia. Se ocuparon todas, y el resto de los presentes permaneció en el entorno del parque.

Este enclave se convirtió en lugar de encuentro para muchos, si bien el párroco de la ermita, Ricardo González, animó el principio de la ceremonia con toda una declaración de intenciones: "Aquí se viene a cantar", advirtió , "y el que no, que siga para arriba". Luego, anunció que la colecta de una jornada tan especial se destinaría "a los pobres, que tantas necesidades están pasando en estos momentos".

La misa, después de los cantos y las lecturas de varios parroquianos, se prolongó durante una hora. A su término, el vicario general, Hipólito Cabrera, recomendó que "no nos tomemos estos días de Semana Santa como unas vacaciones", para hacer un llamamiento a "toda la comunidad cristiana para que se anime a participar en estos actos".

Poco después, concluyó la convocatoria, que se disolvió lentamente. San Telmo volvió a ejercer de introductor de la Semana Santa en el casco histórico, como paso previo a las citas previstas en Vegueta. La Burrita fue, de nuevo, la procesión de los niños... cada vez más retratada desde el smartphone, y con presencia incluso de algunos grupos de turistas sorprendidos por la festividad en la capital grancanaria.

La Esperanza de Vegueta

El recogimiento espiritual llegó por la tarde con la salida en procesión de las imágenes del Jesús de la Salud y de la Esperanza de Vegueta de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, en el corazón de Vegueta.

Desde antes de las siete de la tarde, hora de la salida de las tallas, numerosas personas esperaban sentadas en una plaza engalanada la apertura de las puertas del templo. "Que llevamos desde las cinco y media de la tarde aquí para que se pongan delante", arremetía una devota sentada con una silla plegable en una de las esquinas de la plaza contra una persona que se quería colocar en primera fila.

Con un cuarto de hora de retraso, los capirotes lila asomaron por el portón de la iglesia y se oyeron los primeros aplausos de la tarde. Los nazarenos, algunos de ellos descalzos, encabezaban el cortejo de Jesús de La Salud, una talla de José Paz Vélez de 1985 sobre una alfombra de claveles lilas, de donde sobresalía una rosa roja.

"Vámonos al cielo con el Señor de la Salud", animaba el capataz de la Real e Ilustre Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro padre Jesús de la Salud y María Santísima de la Esperanza de Vegueta por la rejilla a los costaleros que portaban la imagen antes de dar los golpes reglamentarios con el llamador.

La plaza se encontraba abarrotada de gente y bajo un silencio sepulcral que solo se interrumpió con los aplausos de los asistentes por cada levanta de los costaleros y las tres saetas que la imagen recibió desde uno de los balcones de la sede del Cachorro Canario y desde la casa del número 10, ambas sitas en la misma plaza.

No había hecho el trono nada más que enfilar la calle García Tello cuando el segundo cortejo de los nazarenos, esta vez con capirotes y saya verde, sacaban del templo a la imagen de la Esperanza de Vegueta, una talla del escultor Arsenio de Las Casas, fechada en 1892.

La Esperanza de Vegueta, bajo palio y ataviada con un manto de terciopelo verde que sobresalía del trono como una cola de novia e iluminada con seis filas de velones, provocó el mismo entusiasmo que Jesús de la Salud entre los fieles y curiosos concentrados en la plaza de Santo Domingo, que aplaudieron la imagen mientras un grupo de militares interpretaba el Himno Nacional. Más de un asistente no pudo resistirlo y le gritó alguna loa a la "¡Reina de Vegueta!"

A las mismas puertas de la iglesia, la imagen bailó al son de la conocida saeta del Cristo de los Gitanos, interpretada por la Banda de la Ciudad de Gáldar. Y es que la música se convirtió anoche en un elemento clave junto a los pasos de los cofrades y la belleza de los pasos para dar esplendor a una procesión que encogió el corazón a más de un presente.

La Virgen de la Esperanza de Vegueta también contó con su saeta desde el balcón canario del número, 10, antes de seguir a Jesús de La Salud camino ya de la Catedral. "De tu mano divina madre que has conocido a Dios. Tu nos lo diste en Belén, hoy nos lo das en la Cruz", decía uno de sus versos.

El cortejo de las dos imágenes tardó más de una hora de salir de la misma plaza de Santo Domingo antes de enfilar García Tello, San Marcos, López Botas, Reyes Católicos, Doctor Chil, Obispo Codina hasta llegar a la Catedral, donde había una estación de penitencial. A lo largo del recorrido por Vegueta numerosas personas esperaban el cortejo; lo mismo ocurrió a su regreso al templo cerca ya de la media noche.

La próxima cita de Semana Santa es el Miércoles Santo con la salida de Los Dolores de Triana, a las siete de la tarde de la ermita de San Telmo, y el popular Santo Encuentro de Cristo, cuyas imágenes saldrán de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, a las 20.30 horas, para confluir en la plaza de Santa Ana. Una de las procesiones más bellas de la Pascua canaria donde descubrir al imaginero Luján Pérez.

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