Hay una cosa que tienen en común San José, Lomo Verdejo, San Antonio y San Nicolás: sus escaleras mecánicas no arrancan. Cuatro de cuatro. Ninguna de las estructuras que se instalaron para mejorar la conexión de la capital funciona en la actualidad fruto, principalmente, de los permanentes actos vandálicos que han logrado paralizar al completo sus peldaños donde ahora anida la suciedad de la que también se quejan los vecinos. Ellos son los principales perjudicados de la situación que les obliga a enfrentarse a pie a las decenas de metros de desnivel que separan sus viviendas del resto de la vida social y que, en el mejor de los casos, son aliviados con los ascensores que han conseguido sortear la falta de civismo.

Hay que remontarse a 2011 para conocer los orígenes de estos sistemas eléctricos que tenían por objetivo dotar de accesibilidad a los barrios con problemas de orografía. Para ello, el que fuera alcalde de la ciudad, el socialista Jerónimo Saavedra, invirtió 1,8 millones de euros a cargo del Fondo Estatal para el Empleo y la Sostenibilidad Local (Feesl), más comúnmente conocido como plan Zapatero. Ese mismo año la primera escalera mecánica llegaba a la avenida Primero de Mayo para unirla con el Risco de San Nicolás, siendo su inauguración como un presagio de lo que estaba por venir. Y es que tan solo dos horas después de que se cortara la cinta, esta dejó de moverse y así, con idas y venidas de técnicos que operan sus entrañas cada equis tiempo, han llegado hasta la fecha donde sus escalones permanecen estáticos para quien se anime a subir o bajar sus doce metros de pendiente.

Y es que lo que pasa con estos mecanismos es como la pescadilla que se muerde la cola. Alguien decide introducirle tachas o papeles entre los peldaños, robar sus cables, hacer sobre ellas caballitos con bicicletas o atravesarlas con un carro de la compra, entre otros muchos ejemplos que se han dado a lo largo de estos seis años; las arreglan y a los pocos días, vuelve a ocurrir algo que las vuelve a sumir en la parálisis durante meses o incluso años. Tanto es así que a Margarita Torrejón le cuesta recordar cuando fue la última vez que iban las escaleras que conectan San José y San Juan. "Antes les dabas un poco con el pie y se movía, pero ya nada de nada", cuenta mientras se recupera del tramo que acaba de bajar caminando.

Lo único que sí se mantiene en la brecha por ahora, "aunque cuando quiere", es el ascensor que en más de una ocasión ha decidido bajar, pero no subir o al contrario. Esta no es su única peculiaridad. "Lo peor", asegura la joven, es el olor y la suciedad que se acumulan en él. "A veces te tienes que tapar la cara por el olor y el otro día tuve que usar las toallitas de mi hija para tocar los botones que estaban llenos de algo marrón que no sabría decir si era chocolate o caca". Una experiencia desagradable a la que se enfrentan casi a diario que achaca a la falta de mantenimiento de las instalaciones que, según relata, "se encarga de limpiar una vecina".

Por su parte, la concejala de Fomento del Ayuntamiento capitalino, Inmaculada Medina, garantiza que, aunque haya residentes de la zona que quieran quitar la suciedad, la limpieza de las escaleras la realiza "el Servicio de Limpieza a requerimiento de vías y obras". La edil también asevera ser consciente de la falta de civismo que, precisamente, dejó inutilizada la escalinata eléctrica a la que se refiere Torrejón. "Cuando llegamos al Ayuntamiento me encontré con que las escaleras mecánicas llevaban tres años paradas porque el anterior gobierno no tenía contemplada una partida presupuestaria para pagar actos vandálicos", explica. En la actualidad, existe una consignación de 60.000 euros destinada a ello, así como se ha sacado a concurso el mantenimiento de estas infraestructuras. "Entre los requisitos que se incluyen en el pliego está, además de la limpieza, la instalación de cámaras de seguridad, pero el problema es que ninguna empresa quiere hacerse cargo de los desperfectos que causan estas personas irrespetuosas que no tienen en cuenta la situación de los vecinos mayores o con enfermedades que se tienen que quedar recluidos en casa porque no pueden subir ni bajar tantos escalones".

Ese es el caso de una de las residentes en Lomo Verdejo que prefiere mantener el anonimato. Ella es una de las que tiene que enfrentarse a más de 300 escalones si quiere hacer cosas tan cotidianas como realizar la compra o ir al médico. Situación que se agrava con los problemas de corazón que le han causado dos infartos que le impiden hacer actividades físicas severas. "Al principio, cuando la llevaba una empresa, las escaleras sí funcionaban, pero después se estropearon y no las volvieron a arreglar hasta que llegó el nuevo alcalde. Pero ya hace bastante tiempo que no funcionan ni se limpian. De hecho, después de días de mucho viento, somos los vecinos los que quitamos la basura", comenta quien tiene como único aliado al ascensor del barrio que sí cumple con su misión, aunque esta solo sea "una planta".

Al igual que las escaleras de Lomo Verdejo, que están hasta valladas, las que unen San Antonio con Paseo de Chil tampoco funcionan. Sin embargo, los otros dos elevadores de la capital, que unen por un lado la calle Obispo Romo y el barranquillo de Don Zoilo y, por otro, el parque de Las Rehoyas con Schamann, sí que se mueven. Este último fue el que acuñó el mayor récord de ataques hace dos años cuando el Consistorio registró hasta una veintena de incidencias, siendo la más grave la que realizaron ese verano unos vándalos que quemaron el cuadro de control al lanzarle un libro en llamas.