Allá donde uno ve una simple piedra volcánica, Agustín Torón Ramos descubre la imagen de una persona, un pez o un ser extraño que perturba al observador. Es lo que tiene ser un artista autodidacta, que ha tenido hasta la osadía de convertir su casa en su propio museo con permiso de su mujer, Antonia. El escultor, pintor y escritor, muy comprometido con Tenoya, de donde es natural, recibirá el día 23 el título de Hijo Predilecto en una ceremonia en el Auditorio Alfredo Kraus.
Para Tino Torón, como le conocen sus paisanos, el uso de materiales reciclados no es nada nuevo. Lo mismo crea una lámpara con botellas antiguas de agua o refresco, que levanta de una pieza de madera con un clavo viejo la mano de Cristo. "Me gusta darle dos sentidos a las obras", comentaba esta semana el artista enseñando cada una de sus piezas y girándolas para ver su doble cara en el museo que ha levantado en la planta baja de su casa familiar y que se extiende por la terraza, con esculturas de azulejos que recuerdan al parque Güell de Gaudí. "Iba a donar la obra a un Ayuntamiento pero me decían que tenía que hacer un contrato con ellos y pensé que las obras iban a ser extraviadas y mejor que se quedaran en mi casa".
Y dicho y hecho. En 2016 inauguró el museo que lleva su nombre en su propia casa, levantada por él mismo, siendo padrinos la concejala del PP Carmen Guerra Guerra y su hijo Rubén, uno de sus dos descendientes. Un total de 112 piezas entre obras de pequeño formato en piedra y madera, sus materiales preferidos, y de gran tamaño, además de su estudio. El artista restaura hoy en día la casa contigua de sus abuelos para ampliar la muestra, en la que la mujer tiene un gran protagonismo.
La obra ha sido creada en las últimas dos décadas porque, aunque Tino siempre tuvo inquietudes artísticas, prácticamente desde pequeño, nunca tuvo tanto tiempo libre como cuando se jubiló para pulir con mimo cada pieza hasta decidir que estaban acabadas. "Tengo una capacidad de trabajo enorme", reconoce ante su obra, en la que también se incluyen esculturas móviles. "Mi imaginación siempre vuela; no me aburro".
El escultor, que trabajó como administrativo en la compañía Miller y, años después, en la Jefatura de Tráfico, expuso por primera vez sus pinturas en la ermita de Tenoya en 1976 y, a partir de ahí, ha participado en diversas muestra individuales al mismo tiempo que creaba esculturas públicas, para instituciones y también para manos privadas. Una de ellas es la que esta en el parque de La Mayordomía en homenaje a los cinco fusilados de San Lorenzo.
A Tino le gusta ser el propio guía del museo. Y ante una urna llena de papeles de diferentes formatos y orígenes saca una poesía: "En el flameo de la palabra canta y suenan las voces de los ruidos y duermen los silencios". Y es que su inquietud también se ha extendido a la poesía y a la fotografía, con la que ha participado en certámenes y en muestras.
El artista ha recibido el reconocimiento del Ayuntamiento capitalino con gran sorpresa . "Soy el más humilde de los homenajeados así que fíjese si tengo satisfacción, pero reconozco que yo también he trabajo, no he estado nunca quieto e incluso he abandonado a mi familia porque también participo en muchos actos y fiestas de Tenoya".
