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ANÁLISIS

La estatua de Galdós, de la polémica al consenso

En 1967, retiran la escultura del escritor ubicada en el muelle de Las Palmas - La nueva, de Pablo Serrano, iría en la plaza de La Feria, diseñada para acoger la obra

La estatua de Galdós, de la polémica al consenso

Cuando en el año 1967 el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria decide retirar la escultura dedicada a Benito Pérez Galdós, realizada por el escultor Victorio Macho a finales de los años 20 y ubicada en el antiguo y desaparecido muelle de Las Palmas o de San Telmo, debido al estado de la misma, tanto el Ayuntamiento como el Cabildo Insular y la Casa Museo, se plantean el encargo de una nueva. La primera propuesta es convocar un concurso de ideas, pero se decide finalmente que la ejecute un artista de la isla, y se opta por elegir entre una terna entre Abraham Cárdenes, Plácido Fleitas y Eduardo Gregorio. El primero propone reproducir la existente, y respecto al segundo se abre una polémica al entender éste que la designación ya está decidida, y a él solamente lo han utilizado, sin darle opciones de aportar una idea. Así pues, en Junio de 1967, se le encarga a Eduardo Gregorio el monumento, y éste aporta una propuesta previa, junto con el arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre. En Enero de 1968 el artista renuncia al encargo por motivos de salud.

La siguiente decisión por parte del Ayuntamiento es la de convocar de nuevo un concurso de ideas con un premio de un millón de pesetas, aunque por segunda vez, este propósito no llega a desarrollarse, y a mediados del año 1968 se contacta "extraoficialmente" con el artista turolense Pablo Serrano, que en esos momentos estaba finalizando un monumento a Miguel de Unamuno en Salamanca. Como anécdota, señalar que en el periódico LA PROVINCIA se da cuenta de la noticia de la visita "de incógnito" del escultor a la ciudad en pleno debate, en julio de 1968, aunque, como se observa, no debió ser tan "secreta" a razón del hallazgo y publicación de la misma. Lo que es evidente es que esta elección entraña menos polémica en la isla que la acaecida el año antes, sustentada por la valía y fama que el escultor ya exhibe a nivel internacional.

Con el apoyo del alcalde José Ramírez Bethencourt, los escritores Alfonso de Armas y Ventura Doreste se convierten en valedores e interlocutores entre el Ayuntamiento y el autor, produciéndose ya en el mes de octubre un intercambio de misivas entre ambas partes. Serrano llega a un acuerdo con el Ayuntamiento, para la creación y materialización de la escultura a Benito Pérez Galdós, con una altura aproximada de 3,00 metros, por un precio de 2.700.000 pesetas, que se pagarán en cuatro plazos, a lo largo del año 1969. Una vez firmado el contrato, el escultor pone manos a la obra a finales de 1968, empezando a trabajar en el proyecto con maquetas de pequeño formato, algunas de las cuales se encuentran en su museo, en la ciudad de Zaragoza, y al que tengo que agradecer la información a la que hemos tenido acceso a través de María Luisa Grau, conservadora del IAACC Pablo Serrano.

Pero todo lo que aquí se relata, sería la historia de un encargo escultórico más, eso sí, a un artista de primerísimo nivel dentro del panorama cultural del siglo XX, si no fuera porque la misión que se le confía a Serrano viene además acompañada por la elección y diseño urbano del espacio publico en el que se ubicará el monumento, para ser inaugurado coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte del escritor.

Si consultamos los diarios de la época, para la elección de dicho lugar existen lagunas y cuestiones que no quedan suficientemente claras, ya que mientras el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria señala que se le dio la opción al escultor de elegir entre varias posibilidades de espacios libres de la ciudad, él mismo indica, según se desprende de una entrevista realizada por el periodista Pedro González-Sosa para el Eco de Canarias, a principios de 1969, que el lugar se lo "elige" la corporación municipal, tratándose, de la actual plaza de La Feria, nombre con el que siempre se conoció a este sitio, pero en ese momento denominada "del Ingeniero León y Castillo". No sabemos si primero fue el "huevo o la gallina", pero lo que sí es cierto, es que desde el principio, y ya con el espacio seleccionado para ubicar la escultura, Serrano manifiesta en casi todas las entrevistas y declaraciones que hace a comienzos de ese año, que la plaza de la Feria, un espacio en el interior de la ciudad, situación contrapuesta a la anterior ubicación del monumento realizado por Victorio Macho frente al mar, representa el conocimiento y la idea que él se ha hecho sobre Galdós, en cuanto al concepto de escritor, "que está metido dentro del alma de la ciudad, cerca de los hombres con quienes convive y a quienes observa". (LA PROVINCIA, 20 de Abril de 1969, Tico Medina). "A Pérez Galdós hay que buscarlo tierra adentro, y no cara al mar", señalaba en otra entrevista.

Esta idea de partida para la elección de la plaza y la futura ubicación de la obra, por un lado, y el resultado de la obra, mostrando al escritor como un "observador", por otro, termina levantando cierta polémica entre los contrarios al encargo. No hay que olvidar que en el imaginario colectivo, se partía del anterior monumento -imposible de recuperar- con un formato más clásico y con un mayor grado de aceptación y aprecio por los habitantes de la ciudad, que no entendían una propuesta tan radicalmente diferente, con el añadido de una situación menos representativa, en relación a la escultura de Victorio Macho.

La plaza de La Feria en su estado original, era un espacio con un trazado "clásico", formado por parterres a ambos lados sur y norte del mismo, y un vacío central que producían una relación visual entre la comandancia de Marina y el entonces edificio del Gobierno Civil.

Para Pablo Serrano, una vez cerrada la elección del sitio, era muy importante el nuevo diseño de la misma, tanto por su funcionalidad como plaza publica y lugar de encuentro y de celebración de eventos, como por la solución en la ubicación del monumento, elemento de referencia y remate de dicho espacio, huyendo de la clásica disposición de escultura aislada sobre un pedestal.

Desde los primeros contactos con el Ayuntamiento, y a través de declaraciones a diferentes medios y en los primeros bocetos, el artista concibe y pone en valor, no sólo el resultado final, sino la propuesta del proyecto general, y lanza varias ideas de partida:

- La constitución de un Anfiteatro, representado con formas curvas, en el que se pudieran reunir personas, tanto a presenciar actos culturales como obras y actuaciones, defendido de las calles por "colinas" verdes/ajardinadas, respetando las palmeras existentes y añadiendo otras que constituyeran una separación vegetal con las calles y el tráfico, frente a la escultura, único elemento cúbico y rotundo.

- La ubicación de su monumento, como remate de ese espacio circular, a dos metros y medio de altura, en la que el escritor, en actitud tranquila, "observara" a la gente.

- La construcción de una biblioteca/espacio cultural, en la que se pudieran consultar las obras del escritor, presidida en su interior o exterior por un mural de Manolo Millares, para el que Pablo Serrano tenía el compromiso del pintor, según se desprende de los correos examinados que intercambiaron ambos artistas durante ese año.

A partir del momento de la concreción del encargo, y con los antecedentes anteriormente señalados, en el cual la preocupación del artista es no solo realizar una escultura, sino el diseño integral del espacio sobre el que se dispondrá la obra, el siguiente objetivo, es que el Ayuntamiento acepte la inclusión como colaborador - ya figuraba el arquitecto municipal Enrique Spínola - de un paisajista, afincado ese mismo año en España, y con el que Serrano ya estaba participando en otras actuaciones. Se trataba de Leandro Silva, uruguayo, de ascendencia canaria, y de reconocido prestigio en su campo, formado en la escuela de Versalles, que participaría en el diseño de la futura plaza.

Al principio, el Ayuntamiento no contempla la contratación del arquitecto uruguayo, indicándole al escultor que la única colaboración con la que contará es la del antes mencionado técnico municipal. No obstante, meses más tarde, con la intermediación nuevamente de Armas Ayala y Ventura Doreste, Leandro Silva - jardinero paisajista le gustaba denominarse- es aceptado y formando tándem con Spínola, comienzan los trabajos de diseño y dirección de la obra durante la última mitad del año 1969.

En paralelo, el escultor sigue con su agenda de trabajo, y una vez está listo el modelo final en yeso, antes del verano, se produce por fin el traslado a la fundición en Madrid. El sistema elegido para realizar el monumento en bronce, es la de moldeo o vaciado a la cera perdida, una forma clásica de ejecutar y finalizar una estatua para este tipo de obras.

La escultura ideada por Serrano está enmarcada en la etapa de 'los hombres bóvedas', donde se puede apreciar el espacio que hay entre las manos y el pecho, y en el que se representa como las personas se abovedan con los años, "del mismo modo que la obra de Galdós abovedó a su autor". En la obra no hay pecho, y por donde entran los rayos del sol, en determinados momentos, el resultado tiene que ver "con la capacidad espiritual de su pecho iluminado" (sic).

Tras finalizar la estatua en el taller y pulir algunos detalles, se envía a Las Palmas de Gran Canaria, no sin antes presentarse "en sociedad" y exponerse unos días en el Museo Español de Arte Contemporáneo, en Madrid, donde entre otros invitados, asiste la hija del escritor. El monumento fue finalmente instalado en la plaza el día 23 de Diciembre de 1969, bajo la supervisión del autor, que ya se encontraba en la ciudad con su esposa, la pintora Juana Francés. El conjunto se inauguró en la mañana del domingo 4 de enero de 1970, coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte del escritor, en un acto muy concurrido, según se ha podido contrastar en los diarios de ese día, con personalidades venidas desde Madrid. En este caso su hija, por razones de salud, no pudo asistir.

Como anécdota señalar, que esa misma jornada, por la noche, el grupo Los Gofiones, que se había formado un año antes, actuó en la recién inaugurada plaza. Pablo Serrano pasó las Navidades en la ciudad y regresó a Madrid después del Día de Reyes.

El resultado de la intervención, 50 años después, ahí está para ser visitada y contemplada. No obstante, y para aquellos que tenemos mala memoria, y con el objeto de propiciar que estas notas además de descriptivas e históricas, tengan un punto crítico, no es malo recordar algunas ideas primigenias o elementos del proyecto que se han perdido por el camino:

- La intención original de Leandro Silva, de crear a través de plantas tapizantes en las "pequeñas colinas" plantando claveles de sol ( lampranthus roseus) y hiedra, desapareció y fue sustituido por césped, en una época en la que en esta ciudad éste se puso "de moda", y cuyo uso en el proyecto, había sido expresamente descartado por el paisajista uruguayo. Aunque quizás la más evidente es la lámina de agua que se encontraba bajo la escultura, y que seguramente, por idénticas razones, se transformó en un parterre, y lo que era agua pasó a ser también césped. Nihil novum sub sole.

- Cuestiones supongo más de suministro y existencia del pavimento original, tanto el que conforman los taludes con plaquetas de 10x10 centímetros, así como el del resto del piso de la plaza, y por mor de reformas varias, han acabado convertidos en pavimentos realizados in situ, o no sé si es peor, con plaquetas hidráulicas tipo Santo Domingo.

- También se sustituyeron las luminarias originales, formadas por postes metálicos que soportaban apliques cilíndricos verticales con orientaciones según criterios de los autores, por otras más "fernandinas", seguramente instaladas en la misma época de plantación del césped.

Para que conste, por si algún responsable municipal se plantea retomar conceptos o elementos originales de primer diseño ejecutado.

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