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Urbanismo | Cartografía sentimental de un barrio obrero

La Isleta pierde parte de su sabor

El barrio capitalino ve como edificios de dos o tres plantas están acabando con las típicas casas terreras, seña de identidad de la zona

La Isleta pierde parte de su sabor

La Isleta es mucha Isleta. Tanta que ni siquiera la paulatina desaparición de las casas terreras, seña de identidad de esta zona de Las Palmas de Gran Canaria, le va a restar sabor al barrio aunque hay quienes alertan desde hace años de los efectos de la piqueta en esta área de la capital, sin demasiadas edificaciones protegidas al carecer de valor arquitectónico, ni tan siquiera fachadas, pero que, sin embargo, son la esencia del 'territorio isleta'.

"Las fachadas no son lo más importante. Ya tenemos muchos ejemplos de lugares que protegen las fachadas pero destruyen la vida de barrio. Lo verdaderamente importante es que las y los isleteros aprendamos a darle valor a estas edificaciones", explica el arquitecto Vicente Díaz García, Profesor del Departamento de Arte, Ciudad y Territorio de la ULPGC, que incluye La Isleta entre sus temas de investigación.

Aunque es por zonas, es evidente que las casas terreras están desapareciendo de un barrio que no se entiende sin las familias haciendo vida en las calles casi, en callejuelas estrechas donde todos se conocen y cualquier garaje o azotea es un digno lugar para un parrandeo. Bajar o subir por calles como Pérez Muñoz, Benartemi, Benecharo o Faro sirven para comprobar que cada vez hay menos viviendas unifamiliares y más edificios de dos o tres plantas. Precisamente en Faro ya casi que sólo quedan casas terreras en el primer tramo, el más pegado a la zona alta del barrio y algunas están en venta, abandonadas o, directamente, derribadas.

"Los resultados están a la vista: cada vez son más las casas tradicionales que están abandonadas o derrumbadas para la fabricación de pisos de 2 a 3 alturas", explica Félix Alonso Falcón, presidente de la Federación Foro por La Isleta.

"La Isleta no se vio demasiado afectada por el boom inmobiliario de la primera década del siglo XXI", recuerda Díaz García. "Así como Guanarteme sí experimentó un gran cambio en aquella época, en La Isleta el fenómeno fue más lento. En la época de crisis la parálisis en la construcción también se produjo en el barrio pero desde hace dos o tres años han vuelto las obras. Hay un poco de todo", prosigue, "nuevas construcciones, algunas plurifamiliares y otras unifamiliares aunque también hay derribo de casas terreras sin que se comience inmediatamente un edificio".

El arquitecto Mario Yanis Valido Medina en el 2017 realizó un trabajo de investigación llamado La Piel de La Isleta sobre las casas terreras de este barrio, que un miembro del Foro por La Isleta compartió en su red social, llamada Conoce La Isleta, donde Valido explica que "las fachadas de las casas obreras son la expresión de nuestra imagen al mundo, de nuestra identidad y origen humilde y marcadamente obrero, no protegerlo, ni valorarlo, significaría perder nuestra identidad histórica. Curiosamente el estilo al que podríamos adscribir las casas obreras de La Isleta es a un estilo ecléctico historicista, aunque también se puede incluir solo dentro del historicismo, ya que la composición de las fachadas seguía la norma académica neoclásica dentro del movimiento del historicismo. La Isleta posee un importante patrimonio arquitectónico no protegido, que podríamos denominar Patrimonio Emergente, que a pesar de sus características peculiares, no tiene el respaldo del patrimonio consolidado respaldado por la tradición, la sociedad y la administración".

La Isleta es el primer barrio obrero de Canarias y su historia es la historia de Las Palmas de Gran Canaria. El emblemático enclave capitalino pasó de albergar 100 personas a unas 20.000 en sólo cuarenta años, crecimiento que se traduce en un curioso caos arquitectónico de callejuelas y plazas y plazoletas donde la casa de una planta siempre fue la tónica, además de que muchas de las viviendas son de auto construcción, algo que no es anecdótico porque esa sensación de propiedad, sumado quizá a que se encuentra en una franja de tierra unida artificialmente con el resto de Gran Canaria, es la que ha marcado a los habitantes del barrio. Ser isletero no es cualquier cosa.

"La Isleta es como un agujero negro", cuenta el arquitecto Vicente Díaz García. "Los que se fueron quieren volver y los que vienen no quieren marcharse. Lo bueno es que tanto los que son del barrio de toda la vida como los recién llegados se consideran isleteros hasta la médula. Es un barrio que lleva incorporado un sello de identidad como el Cabañal en Valencia, el Gamonal en Burgos o el Raval en Barcelona", añade. Existen todavía muchas casas con estas características, aunque repartidas por todo el barrio. "Si se dan un paseo verán agrupaciones de casas, a veces ocupando casi toda una manzana. Si fueran a rodar una película", dice uno de los consultados, "seguro que encontrarían enclaves suficientes para conseguir escenas que recreen por ejemplo los difíciles años 1920 en el barrio, antes de que se empezara a poner el alcantarillado".

Desde el Foro por La Isleta lamentan el derribo de la Fábrica de Hielo y piden al Ayuntamiento la ejecución de un Plan Estratégico para La Isleta que consiste en promover la conservación de las viviendas tradicionales, o en su defecto, de las fachadas, sin renunciar a la edificabilidad máxima permitida; conservar en lo posible sus rasgos arquitectónicos diferenciales de su identidad (mediante subvenciones o mano de obra contratada por los organismos competentes) y la creación de una plataforma online que fomente la participación ciudadana en el proceso de gestión y conservación del patrimonio.

"El problema está en que mientras que la vivienda obrera tradicional no se considere protegida el barrio seguirá perdiendo identidad. Lo grave es que en la actualidad el edificio la Fábrica Racsa se encuentra amenazado", lamenta Falcón.

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