El padre Pedro Fuertes Combarros (Astorga, 1932) empieza ahora a desempolvar sus más de quince libros de poemas inéditos y a dar rienda suelta a su creatividad literaria. Por sus manos como docente de literatura en el colegio Claret de la capital grancanaria han pasado más de 10.000 alumnos, según su propio recuento, ahora que vive su primer curso escolar tras la jubilación.

- ¿Cuántos años en las aulas del Claret?

- Desde 1966. Llegué a la isla el 4 de octubre de ese año, a las ocho de la mañana, en el Plus Ultra. Lo recuerdo como si lo viviera ahora mismo. El director de entonces me dijo que podía empezar a dar clases al día siguiente, pero yo decidí hacerlo esa misma jornada. Aquel día se celebraba San Francisco de Asís y la primera clase fue sobre el Canto a las criaturas de ese santo.

- Dicen que es usted, además de buen profesor, poeta.

- Empecé a escribir a los 15 o 16 años. Mi primer libro editado es Casi canto, en 1982. También me gusta la novela, pero debo tener unos quince inéditos de poemas que ahora después de jubilarme estoy rescatando de muchas carpetas. También quiero escribir relatos cortos, ahora que tengo tiempo, de tipo moralista.

- O sea que su vocación poética es casi anterior a la sacerdotal y docente.

- Bueno, yo creo que casi van de la mano porque el poeta es también místico y, en ese sentido, está abierto al sentido religioso.

- Ni la literatura ni ninguna otra materia se enseñan ahora como cuando usted empezó. ¿Cómo ha vivido los cambios en décadas de enseñanza?

- Siempre he estado abierto a los nuevos métodos; si no, no hubiese podido seguir enseñando. Al principio se daban clases magistrales pero el profesor ahora es casi como uno más del aula y su trabajo es motivar y despertar en los alumnos el interés por aprender. La asignatura es una materia abierta y así es más apasionante. Los nuevos métodos, en mi opinión, son mejores y los resultados académicos, también, por que se conjuga la teoría con la práctica.

- En un sistema educativo con mayoría, ya, de nativos digitales, ¿cómo queda la literatura?

- Ahora a los chicos, si no se les entusiasma con la lectura, si no aprenden las figuras literarias y lo que está en los libros como algo hermoso que forma parte de la vida misma, es muy difícil. Los jóvenes están rodeados de tecnología y miden la magnitud de las cosas con la razón y hay que enseñarles a que las valoren también con el corazón.

- ¿Cómo combatir eso?

- Hay que empezar a los 10 años, o antes, con pequeños relatos, educando su sensibilidad. La literatura es el mejor instrumento que existe para enseñar a descubrir la belleza, para ser tolerante con uno mismo y los otros. Es una gran asignatura pendiente.

- Por sus manos han pasado muchos alumnos, algunos hoy dirigentes en distintos sectores de la sociedad canaria.

- Sí, he tenido muchos, unos diez mil. Brillantes y menos brillantes, pero alumnos todos. Abogados y médicos. A más de treinta facultativos del hospital Doctor Negrín les di clase; también a Juan Fernando López Aguilar, brillantísimo. Guardo muy buenos recuerdos de todos ellos.

- También ejerció docencia fuera del Claret.

- Sí. Estuve nueve años dando clases en el colegio de Pedro Hidalgo, en los años 80, porque el director me lo pidió. Yo había ido al barrio porque quería aprender otra experiencia diferente a la que vivía en el Claret.

- ¿Y qué aprendió usted?

- Aprendí mucho, mucho. A participar de las alegrías y las tristezas de los vecinos; a saber estar con la gente. Yo daba clases pero, en realidad, hacía de todo: asistente social, gestionaba consultas médicas para personas que no tenían seguro, etc.

- Fue su lugar de Misiones sin salir de la isla.

- Sí. Yo vi hacer los barracones y el colegio. Desde 1983 a 1992 trabajé con la gente del barrio y puedo decir que viví una gran experiencia. Por la mañana daba clases en el colegio; por la tarde y la noche, estaba allí.

- Ya fuera de las aulas, ¿a qué dedica ahora sus días?

- A la parroquia y a trabajar con los grupos que hay en ella. Y a escribir largo y tendido. Siempre llevo una libreta para escribir, hasta en la guagua.