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El Guiniguada, un vergel a tiro de piedra

Numerosos excursionistas y curiosos recorren el sendero entre El Maipez y el puente de La Calzada para huir de las aglomeraciones v La lluvia hace reverdecer el campo

El Guiniguada, un vergel a tiro de piedra

El Guiniguada, un vergel a tiro de piedra Adzubenam Villullas

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El Guiniguada, un vergel a tiro de piedra Adzubenam Villullas

“Era un hermoso valle de gran cantidad de palmas y dragos, higueras y sauces, y agua que corría siempre al mar de un arroyo llamado Geniguada”. Con estas palabras el capellán Pedro Gómez Escudero describió el curso del barranco Guiniguada en el siglo XV, en tiempos de la conquista de Gran Canaria. Un vergel a tiro de piedra del casco histórico de la capital que en invierno revive en todo su esplendor, especialmente después de lluvias como las acontecidas en las últimas semanas. El sendero de tres kilómetros que une el Jardín Canario con el puente de La Calzada, en el límite con Santa Brígida, es una buena forma de conocer este paraje natural.

Las restricciones por la pandemia -que entre otras limitaciones, obligan a cerrar el interior de bares y restaurantes y precintar parques infantiles- han hecho que decenas de personas decidieran este fin de semana echarse a la calle, alejarse del bullicio de la ciudad y disfrutar del campo. El sendero del Guiniguada es una buena alternativa para disfrutar de la naturaleza sin la necesidad de hacer grandes desplazamientos desde la capital. Y es que buena parte de su recorrido transcurre dentro de los límites del Paisaje Protegido de Pino Santo, una gran reserva natural de bosque termófilo donde reinan la palmera canaria -Phoenix canariensis- y el acebuche -Olea cerasiformis-, entre otras espacies.

“Los parques infantiles están cerrados así que es mejor ir al campo”, indica Pilar Macías

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“Nos enteramos de que existía esta ruta y no nos lo pensamos”, señala Pilar Macías junto a su marido Jorge Bonilla a mitad de sendero, a la altura del barrio de La Calzada. “Los parques infantiles están cerrados, así que es mejor ir a sitios así, al aire libre, sin aglomeraciones”, apuntan, “a los sitios muy concurridos solo vamos si es necesario”. Mientras, el pequeño Enzo, de cinco años, juega con una mini regadera de juguete donde ha ido guardando todos los caracolas que ha recogido por el camino. “Vale la pena porque tiene montón de cosas para ver, para que los niños se distraigan y encima al lado de casa”, añade ella.

Para ese entonces acababan de comer unos sandwiches y ya ponían rumbo a casa en busca de “algo más contundente”. El sendero lo comenzaron en una zona conocida como el Maipez -donde hay un popular bar con ese mismo nombre- y andaron hasta pasar la localidad de La Calzada. A su paso por el barranco descubrieron un cauce reverdecido en abundancia con las últimas lluvias de enero y donde ya comienzan a florecer las primeras plantas. Es más, los insectos también están revoloteando en busca del néctar más sabroso y tras ellos el pequeño Enzo corretea lupa en mano.

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El Guiniguada, un vergel a tiro de piedra Andrés Cruz

El sendero del Guiniguada tiene realmente un total de 10,5 kilómetros entre el Centro de Recursos Ambientales del Pambaso, junto al Risco de San Nicolás, y el puente de La Calzada, en el límite con el municipio de Santa Brígida. El tramo entre el casco urbano de la ciudad y El Maipez se inauguró en 2017, mientras que la segunda fase lleva apenas un año acondicionada. Para ello se ha acondicionado un camino a través del cauce por el que pueden pasar tanto personas a pie como en bicicleta. Además, existe una serie de pequeñas áreas de descanso a lo largo de todo el recorrido.

El sendero entre El Pambaso y el puente de La Calzada tiene de 10,5 kilómetros

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Santiago Alemán es uno de esos ciclistas que acude al barranco cada poco tiempo, “dos veces al mes”, precisa, con el objetivo de disfrutar de la naturaleza y aprovechar para hacer deporte. Normalmente hace en bicicleta el tramo en su totalidad, desde Triana hasta el valle de La Angostura, ya en el municipio de Santa Brígida. Pero en esta ocasión decidió ir este fin de semana con toda la familia y hacer el tramo más novedoso, el que discurre junto a los barrios de La Calzada y El Dragonal.

“Les ha gustado mucho”, recalca, “lo bueno de este sitio es que es un sendero fácil, para todas las edades”, destaca, pues va acompañado con varios niños pequeños y hasta su suegra. “Ha cambiado desde la última vez que vine, se nota la lluvia”, recalca este vecino de Tamaraceite. Y es que el campo se muestra estos días en todo su esplendor, “la tierra, que es muy agradecida”, añade por su parte Mari Carmen Cordero, tía del ciclista aficionado.

El cauce del Guiniguada está plagado de vida estos días. A medio camino, muy cerca de las casas de La Calzada una manada de patos interrumpe la senda y se entremezclan entre la maleza. Hacen sus cosas con total naturalidad, desde acicalarse las plumas hasta sus pequeñas disputas territoriales, pues ya están más que acostumbrados al ir y venir de domingueros y excursionistas.

Junto a estos, un puñado de gallos de gran porte y plumaje también intenta llevarse su pequeña dosis de protagonismo. Aunque, en ese sentido, quienes ganan son una pareja de gatos asilvestrados. Los dos felinos están en celo estos días de invierno, por lo que sus discusiones y chillidos retumban entre la espesa maleza y las paredes del barranco. No es el apareamiento del ciervo en la dehesa manchega o del león en la sabana africana, pero el espectáculo que da la naturaleza de la mano de estos pequeños mininos es digno de admirar. Eso sí, desde la distancia, que nunca se sabe.

El vergel en el que se ha convertido el Guiniguada comienza a estar en la antesala de la primavera. Pequeñas flores de distintos colores se suceden entre enredaderas y otras especies introducidas. Pero, si hay una planta arbustiva que va a destacar en los próximos meses esa será el tajinaste blanco -Echium decaisnei-. Este endemismo de Gran Canaria de la familia de las borragináceas ha empezado a florecer y, al mismo tiempo, a embellecer los márgenes del cauce.

El tajinaste blanco comienza a florecer y llenar de color los márgenes del barranco

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De plantas sabe mucho Elvira Pérez, vecina de la localidad satauteña de La Angostura. Junto a su perro Turco, un instagramer empedernido de cuatro patas, recoge tunos indios a un lado del camino. “Son para mi madre que le encantan”, señala mientras su acompañante canino no para de purgarse a gusto con unos hierbajos, eso sí, de manera selectiva, “no come de cualquiera, él huele y elige”, explica ella.

En el tramo entre El Maipez y La Angostura hay unas 775 palmeras, según un recuento reciente del Ayuntamiento. En sus laderas se entremezclan especies de multitud de especies con algunos ejemplares de gran porte y singularidad. Es el caso de dos encinas centenarias -Quercus ilex- situadas ya muy cerca del puente, en la Ladera del Cascajo, tal y como reseña el Catálogo de protección Medioambiental del municipio.

El barranco también guarda un importante patrimonio etnográfico en este tramo. Nada más comenzar en El Maipez el senderista se encuentra con las canteras del Dragonal Bajo, que datan del siglo XIX, aunque llevan más de 50 años abandonadas. Cauce arriba, en la zona de La Calzada hay dos grupos de lavaderos, el más destacado tiene un fácil acceso desde el sendero, por su escalera y sus muros es muy reconocible. La maleza ha cubierto la antigua poceta, pero está bien conservado.

El cauce también guarda una tronera en forma de torreón que se eleva a un lado del camino. Ya muy cerca del puente de La Calzada, una serie de acequias cruzan raudas en forma de acueductos las paredes abruptas del barranco. Y es que el senderista tampoco puede perder de vista las formas geológicas de este paraje, fruto del vulcanismo reciente de la Isla. “Ahora está precioso, pero hay que decirle a la gente que sea más limpia”, recalca José junto a sus hijas Ana, María y Mar tras parar a descansar en uno de los merenderos del camino. Este vecino de Tafira Alta acude al Guiniguada a caminar con “mucha frecuencia”, por lo que sabe cuándo está sucio y cuándo no.

El Ayuntamiento calcula que hay unas 775 palmeras en el cauce, algunas de gran porte

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El Ayuntamiento capitalino realizó una importante batida de limpieza hace un año antes de inaugurar el sendero, pero lo cierto es que las últimas lluvias han creado pequeñas escorrentías en algunos puntos que han arrastrado basura de los barrios cercanos. Aún así los senderistas resaltan que la mayor parte de desperdicios -de escombros a trastos varios- se encuentran cuánto más cerca de Triana, cauce abajo. En la mano de todos los ciudadanos queda cuidar un paraje natural como el Guiniguada; un vergel, un pulmón verde a tiro de piedra del casco de Las Palmas de Gran Canaria.

Los valores del Guiniguada

  • Flora: Bosque termófilo.- En el barranco Guiniguada a su paso por Las Palmas de Gran Canaria se desarrolla principalmente el bosque termófilo. Destacan los ejemplares de palmera canaria -Phoenix canariensis-, acebuche -Olea cerasiformis-, vinagrera -Rumex lunaria-, lentisco -Pistacia lentiscus- o tajinaste blanco -Echium decaisnei. También hay especies propias de un bosque más pobre, de zonas bajas. En este caso, destacan la tabaiba dulce y amarga -Euphorbia balsamifera Aiton y Euphorbia lamarckii respectivamente-, o el cardón -Euphorbia canariensis-. El Gobierno de Canarias destaca también la presencia de una especie muy amenazada: el oro de risco -Anagyris latifolia-. 
  • Fauna: El reino del lagarto.- El barranco Guiniguada a su paso por la capital es el reino del lagarto de Gran Canaria -Gallotia stehlini-. Son numerosos los ejemplares de esta especie que pueblan las paredes abruptas del cauce. En este paraje natural, enclavado dentro del Paisaje Protegido de Pino Santo, destacan las abundantas especies de aves que surcan sus cielos y anidan en sus escarpes. Es el caso del cernícalo -Falco tinnunculus canariensis-, el canario -Serinus canarius-, la paloma bravia -Columba livia livia- o el petirrojo -Erithacus rubecula superbus-. 
  • Patrimonio: Legado etnográfico.- El Guiniguada guarda un importante legada histórico, un legado etnográfico vinculado a la cultura del agua. A lo largo del cauce hay viejos estanques, troneras, cantoneras, lavaderos -destaca el de La Calzada- y acuaductos que cruzan el cauce.

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