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El arte del transformismo

El espectáculo contribuyó a visibilizar al colectivo gay y transgénero en España

Invitación del antiguo local de Xayo, denominado Xayo.com | | LP/DLP

El transformismo no nació con la muerte de Franco, aunque sí tuvo gran eco en las veladas nocturnas de las salas, boite y discotecas más conocidas de España, gracias a la llegada de las libertades, el destape y el adiós a la censura. El espectáculo de transformarse en alguien distinto a su género no era nuevo, aunque en una sociedad reprimida y timorata como era la española de mediados de los 70 y tras cuarenta años de Franquismo, en el que cualquier atisbo de ir contra la norma establecida era reprimido y perseguido policial y judicialmente por la ley de vagos y maleantes (1954), resultaba curioso, exótico y hasta morboso disfrutar de este tipo de shows, en el que muchos artistas imitaban además a grandes figuras del flamenco. Transformistas canarios como Paco de España y Félix de Granada lograron traspasar las fronteras del Archipiélago haciéndose un hueco en las mejores salas de diversión nocturna de la Península. El colectivo, al que también pertenecía el guienense Xayo, aunque en un plano más local, contribuyó sin duda a visibilizar al colectivo gay y transgénero, que hasta entonces se escondía en la vida cotidiana o malvivía de la prostitución y del artisteo en locales en la clandestinidad.

El transformismo escénico apareció en Europa a principios del siglo XX con el actor, cantante, mimo y ventrílocuo italiano Leopoldo Fregoli, que llegó a interpretar varios personajes de mujer en sus espectáculos, en una época en el que estaba muy mal visto que las féminas se subieran a un escenario. Su éxito fue tal que llegó a tener imitadores y artistas que siguieron su estela, de la que los periódicos de Canarias se hicieron eco. “El artista transformista Colombino debutó en el Payret (Teatro de La Habana). Se titula rival de Fregoli pero es solo un imitador servir sin ningún talento”, se comentaba en una nota artística de la ‘Unión Conservadora’, el 13 de marzo de 1901.

En oriente, el teatro japonés tradicional, conocido como Kabuki ya había dado muestras siglos antes (1603) de que gracias al maquillaje y las vestimentas las mujeres podían interpretar papeles masculino; posteriormente fueron los hombres quienes harían lo contrario. Lo mismo ocurría en la ópera china (712-755), en donde las mujeres no participan de la escena.

Pero el transformismo, tal y como le conocemos, la imitación de personajes conocidos, vendría de la mano del francés Robert Bertin también en las primeras décadas del XX, al que también le seguirían otros, incluido españoles. No siempre el transformismo estuvo ligado a la identidad de género, pero es evidente que muchos homosexuales se escondieron en este mundo para vivir más libremente. La Guerra Civil y la llegada del Franquismo acabaría con este tipo de espectáculos y obligaría a sus artistas a emigrar o a ocultarse para no ser detenido.

El director de Diversidad el Gobierno de Canarias, Víctor Ramírez, y autor del libro Peligrosas y revolucionarias, las disidencias sexuales en Canarias durante el Franquismo y la Transición señalaba esta semana que muchas de estas personas no solo sufrieron discriminación social durante el Franquismo sino “malos tratos, violaciones y vejaciones por parte de la policía durante las detenciones, juicios y condenas a los fueron sometidos” por su sexualidad.

“Una de las únicas vías de escape que tenían los homosexuales, aparte de la prostitución de los sectores más bajos del proletariado, era el espectáculo, aunque para algunos esa vía de escape fue por vocación como en el caso de Félix de Granada y Manuel Alfonso. Era el único lugar en el que incluso a las mujeres trans se les permitía expresarse y visibilizarse”, apuntó Ramírez, que añadió que el transformismo “nunca fue una profesión reconocida dentro del mundo del espectáculo” ya que las actuaciones se llevaban a cabo en lugares clandestinos o en locales en donde la policía podía entrar sin miramientos y cerrar el local si lo consideraba y detener a los artistas.

“El nivel de presión y represión desde el mundo del arte al que representaban era alto”, explicó Ramírez frente a otros cantantes o actores que también sorteaban al censor con actuaciones subidas de tono. “No les fue nada fácil en determinados momentos históricos del Franquismo”, puntualizó el director general de Diversidad. De ahí que muchos de ellos acabaran malviviendo y en la marginación en los últimos años de su vida debido a las condiciones precarias de su trabajo.

El director de Diversidad manifestó que “la apertura de mente en Canarias, la influencia del Turismo y la confluencia con el Carnaval” contribuyeron a mantener el género “más allá del mero travestismo” para convertirlo en puro espectáculo como se puede ver en muchos shows en el Sur y en la propia Gala Drag, en la que el género ya no es tan importante.

Ramírez reconoció que nunca ha habido un reconocimiento público a este colectivo pese a la labor que hicieron por visibilizar su condición sexual y con la que contribuyeron a alcanzar los derechos y libertades de los LGTBI. “El propio Xayo no fue un activista pero fue una persona libre que nunca ocultó su identidad, ni fingió lo que no era pese a sufrir detención. Su naturalidad y frescura fue una parte de su éxito, e hizo de la visibilidad en sí misma una forma de hacer activismo como otra cualquiera”, subrayó.

La presidenta de Gamá en Canarias, Montserrat González, reconoció que Xayo, con el que el colectivo contó en una ocasión para la celebración del Orgullo, fue un artista “que sentó las bases de la diversidad en una época en la que directamente era peligroso hacerlo. Fue pionero y rompió con la norma establecida a través del humor dejando entrever que había otra forma de ver la vida y la sexualidad”

“Enamorado de Guía”


“Enamorado de su municipio y de sus productos”, así recordó a Xayo la exconcejala de Cultura y Festejos del Ayuntamiento de Guía María del Carmen Mendoza, quien, además, tuvo el privilegio de tener trajes diseñados por él para los Canarvales de entre 1976 y 1978 e incluso ganar un concurso de disfraces del municipio. “Me disfrazó de Cleopatra y me maquilló los ojos de una manera tan espectacular que nadie en Guía me reconocía”, rememoró. “Era un buen artista y sobretodo muy buena gente”, relató el cantante Braulio Antonio García, que está “tocado” por su muerte. Mientras, un vecino de Guía recalcó que era una persona “libre” con “la facultad para hacer lo que sentía. Era bueno y todo eso confluyó en su trayectoria artística”. | M. S.

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