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Medioambiente | Día Internacional de la Diversidad Biológica

Una ciudad más allá del asfalto

Las Palmas de Gran Canaria cuenta con hábitats y especies en su territorio que le aportan singularidad | Aun así, los expertos piden reforzar la política medioambiental

Araucaria de los jardines de la Fundación Mapfre Guanarteme José Carlos Guerra

Más allá del tráfico, del paisaje urbano en constante crecimiento y del ajetreo propio del día a día de una gran ciudad, Las Palmas de Gran Canaria también ofrece otros escenarios más naturales y singulares, con numerosas especies de tierra, mar y aire que componen un frágil ecosistema en amenaza. La diversidad biológica de la capital se ve en algunos paisajes protegidos que es más necesario que nunca conservar.

Las Palmas de Gran Canaria es mucho más que asfalto y cemento. Como cualquier otra ciudad cosmopolita, se ha ido incrementando para ocupar gran parte del territorio disponible para potenciar su desarrollo económico y social. Lo ha hecho, en numerosas ocasiones, destruyendo o desplazando ecosistemas que encontraba a su paso. No obstante, son todavía muchos los parajes, frágiles pero combativos, que hay en el municipio y que le dan ese toque biodiverso en especies vegetales y animales, a lo que se suman las conocidas como estructuras verdes, esos árboles singulares que también forman parte de los hábitats de la ciudad y de su ornamentación verde.

Por la ciudad, se extienden cinco espacios naturales protegidos, parcial o totalmente. Son los Paisajes Protegidos de La Isleta, Tafira y Pino Santo, el Monumento Natural de Bandama y el Sitio de Interés Científico de Jinámar. Además, en las aguas de La Isleta hay otros dos lugares de interés comunitario: el Área Marina de La Isleta, de 8.562 hectáreas y un importante hábitat de cetáceos, y la Bahía del Confital, de 634,2 hectáreas y hogar de sebadales. Son espacios frágiles en los que quedan algunos de los últimos reductos de especies animales y vegetales que antes poblaban gran parte de la capital y que muestran esa riqueza biológica de antaño a la que ahora se pretende dar lustre de nuevo. Y para ello, se han desarrollado numerosas iniciativas, tanto desde el tercer sector y la ciudadanía como desde las administraciones, encaminadas a recuperar parte de esa biodiversidad que se ha perdido con el paso de los años.

Entre ellos, el Catálogo de Zonas de Interés Medioambiental, redactado por Geursa para la Concejalía de Sostenibilidad Ambiental y que detalla hasta 114 de estos puntos de especial valor etnográfico, ecológico y cultural en toda la ciudad. Entre ellos se encuentran San José del Álamo, La Mayordomía-Las Perreras, Riscos de Lezcano, El Lasso, los Llano de María Rivera, El Fondillo, el Volcán y la Playa de Jinámar, El Sabinal o el Acantilado de La Laja. De hecho, en las laderas de El Lasso ya se ha iniciado un programa para crear una infraestructura verde y educar ambientalmente a los más jóvenes del barrio para sensibilizarles sobre el valor paisajístico de su entorno y las amenazas externas a las que se enfrenta, como son las culebras californianas, el rabo de gato o las cotorras argentina y de Kramer.

En el municipio, se extienden siete espacios naturales protegidos y de interés científico.

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Precisamente, el lema de la ONU para conmemorar hoy el Día Internacional de la Diversidad Biológica -que tiene lugar cada 22 de mayo- es «Somos parte de la solución» y busca aflorar el sentimiento ciudadano de que es capaz de implicarse mucho más en la recuperación de la biodiversidad perdida. Y esa es una de las patas más importantes, lograr la intervención de la población. Pero otra que hasta hace relativamente poco estaba todavía casi inexplorada era que las administraciones también se involucraran como están haciendo de un tiempo a esta parte. El Ayuntamiento capitalino, por ejemplo, se adhirió hace poco al Corredor Biológico Mundial para crear un cinturón verde entre Europa, África y América tanto en el entorno natural como en el litoral marino. Y la unión de varias instituciones en pos de un objetivo común, compartiendo experiencias y recursos, tal y como están haciendo Consistorio y Cabildo insular para rescatar las charcas de San Lorenzo o la zona de San José del Álamo.

Esas maretas de San Lorenzo son uno de los espacios que podrían convertirse en la «joya de la corona desde el punto de vista de la diversidad urbana», en palabras del delegado de SEO/BirdLife en Canarias, Yarci Acosta. Y es que, solo en este entramado de charcas artificiales creadas para la actividad agrícola, se estima que puedan obtener refugio y alimento hasta medio centenar de especies distintas de aves, que lo han convertido en un sitio de paso en sus migraciones o para nidificar. La intención que tienen las instituciones con este entorno tan especial de la capital es convertirlo en un «laboratorio y reservorio de nuestra biodiversidad natural», según explica la concejala de Sostenibilidad Ambiental, Belén Hidalgo.

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Humedal de la Charca de San Lorenzo Andrés Cruz

Y es que, tal y como indica el biólogo marino Ricardo Haroun, «la gente en su dinámica se pierde la importante biodiversidad que hay en la ciudad», que esconde especies animales y vegetales muy importantes, sobre todo en los espacios protegidos. Pero también hay toda una serie de árboles singulares en sus zonas verdes, calles y barrancos, que igualmente forman parte de esa diversidad urbana. Según el biólogo y presidente de la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria, Pedro Sosa, desde el Consistorio tendrían que darle «valor a esos jardines históricos», por un lado catalogando todos esos especímenes de la capital, y por otro, redactando un plan estratégico de arbolado que determine hacia dónde se quiere ir en esta materia.

Así, se darían a conocer y se protegerían árboles singulares como las palmeras de Tenoya, una de las cuales es el ejemplar más alto de esta especie en toda Canarias con sus 36 metros y una longevidad que se estima en más de 250 años; la cícada del patio principal del antiguo Hospital San Martín, con sus 10 metros y una edad estimada de unos dos siglos; o la araucaria de los jardines de la Fundación Mapfre Guanarteme, un ejemplar con una gran tradición en la calle Juan de Quesada y que estuvo a punto de perecer por lo descuidado que se encontraba ese espacio del palacete antes de ser adquirido por Mapfre Guanarteme. Testigos todos ellos de la historia reciente de Las Palmas de Gran Canaria y que potencian el valor diverso de la capital. Y es que, apunta Sosa, «uno de los grandes valores que tiene nuestra biodiversidad es la singularidad».

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Árboles emblemáticos de Las Palmas de Gran Canaria La Provincia

Sosa también habla de apostar de una manera clara por «todas aquellas zonas que son naturales y que pueden regenerarse y mantenerse», y pone como ejemplo la iniciativa emprendida en las laderas de El Lasso, en la que él mismo participa con un equipo investigador de la ULPGC. El proyecto es una suerte de experimento en el que se quiere estudiar cómo evoluciona ese parque forestal urbano de manera natural, instalando riego automático sin llegar a plantar especies foráneas, sino únicamente regenerando las que ya se dan en esas colinas. Otra muestra de un buen trabajo de recuperación del entorno en la ciudad se puede encontrar en La Isleta, donde el trabajo de las administraciones ha repercutido en una regeneración de especies que se habían degradado en los últimos años.

Ecosistemas en riesgo

Sin embargo, otros ecosistemas se han perdido o su destrucción avanza sin apenas límites. Por ejemplo, el hábitat de arenales que existía entre las dos orillas de la ciudad, en el istmo de La Isleta, y que prácticamente ha desaparecido. Según Ricardo Haroun, antes esa arena iba pasando de Las Canteras a Las Alcaravaneras sin encontrar nada a su paso, dejando un fondo de rocas en donde habitaban una gran cantidad de organismos y microorganismos, pero en la actualidad esos materiales se encallan al no tener salida. A ello se le añade el hecho de que los plásticos y microplásticos, las aguas pluviales y los emisarios submarinos están afectando drásticamente al paisaje marino de la bahía capitalina, pero que incluso llegan hasta la población, que se come peces contaminados por ingerir estas sustancias.

También se han perdido especies como los alcaravanes que dieron el nombre a la playa de Las Alcaravaneras, pero que ahora ya no se pueden ver en el arenal capitalino. Además, hay problemas por la contaminación lumínica con otras muchas especies de avifauna, sobre todo recién nacidas que sufren deslumbramiento al realizar su primer vuelo. Es el caso de la pardela cenicienta, que en sus planeos de emancipación terminan cayendo a tierra al cegarse por la luz, desde donde les cuesta demasiado volver a ascender ya que se trata de una especie marina que desde suelo encuentra complicaciones. Un fenómeno del que todavía se desconocen muchas circunstancias, y que provoca la caída anual de hasta 5.000 aves en toda Canarias.

Hasta un centenar de aves distintas se han localizado en el cielo de la capital, según Yarci Acosta.

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Con todo, señala Yarci Acosta, se han localizado en el cielo palmense hasta un centenar de especies de aves distintas, bien autóctonas del Archipiélago, como otras que llegaron de fuera para establecerse en nuestras islas, o que vuelan de paso en sus movimientos migratorios. Sin embargo, también se muestra preocupado porque, a nivel nacional, se han experimentado «unas tendencias regresivas muy importantes» en ciertas poblaciones, como la de los gorriones, que ha perdido 30 millones de ejemplares en la última década. 

Del aire al mar. Ricardo Haroun detalla los numerosos peces y otras especies acuáticas que alberga la costa capitalina, como los chuchos, las mantelinas, los angelotes, erizos de distintos tipos y múltiples algas. Es más, el nombre del Confital viene, justamente, del confite, un tipo de planta marina que tiene carbonato cálcico en sus paredes y que, al morir, dejan granos claros en la arena. En zonas de La Laja también pueden verse caballitos de mar, mientras que por Las Canteras son asiduos los cazones, unos pequeños tiburones inofensivos que llegan a finales de verano para reproducirse.

Ejemplar de Barriguda Mora en la playa de Las Canteras Ricardo Haroun (Ecoaqua_ULPGC)

Ya en tierra, los bosques termófilos fueron los predominantes en gran parte de las cumbres de la capital grancanaria, entre el piso de vegetación más bajo y los pinares, con dragonales, lentiscos o almácigos. Pero ya han desaparecido casi en su totalidad, lamenta Pedro Sosa, quedando algunos reductos muy pequeños en algunas partes de la ciudad, sobre todo hacia medianías. Al mismo tiempo, destaca que la ciudad cuenta con una gran joya como el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo y su influjo positivo en la conservación de la flora autóctona canaria. Al contrario de lo que se puede pensar, y pese a las amenazas que se ciernen sobre ella, la diversidad biológica capitalina es muy rica porque, tal y como ensalza Belén Hidalgo, «las ciudades también pueden hacer conectividad de la biodiversidad».

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