En estos tiempos que corren creemos poder soportar todo, pero no es así, ni mucho menos. En este año en que casi no nos enteramos del cambio de las estaciones, de las hojas que caen de los árboles, ni de los brotes primaverales, llega el aire helado de la muerte de Ángela María Sánchez Santana, Ángela para todos, que nos deja con 56 años y una sonrisa a raudales que no ha podido borrar la dura enfermedad que nos la ha arrebatado.

Abogada, funcionaria municipal y luchadora por los derechos de los trabajadores en Intersindical Canaria (IC), manifestó desde siempre su vocación intachable por el servicio público, una creencia que demostró en todos los destinos donde le tocó ejercer en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Un compromiso donde tuvo una gran maestra: su madre, Angelita Santana, también funcionaria municipal, y una pionera de la incorporación de la mujer al trabajo.

Siempre nos preguntamos por qué se tienen que ir las personas que con más vitalidad tratan de atrapar todos los frentes de la vida, como ocurría con Ángela, siempre entregada, con mucha fuerza, a todo lo que se le ponía delante. Recuerdo aquí su empeño personal por hacer del Mercado del Puerto uno de los puntos neurálgicos del ocio de esta ciudad, un propósito al que se entregó en cuerpo y alma, un proyecto que fructificó y que abrió las puertas para otros escenarios similares en Las Palmas de Gran Canaria.

Deja muchos amigos tras ella, una estela de amistades que empezó a conjuntar desde su etapa en el Instituto Isabel de Hungría de Escaleritas, como alumna de Derecho en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y así a lo largo de una biografía plena, truncada y desgajada ferozmente de los maravillosos sueños de la existencia.

La vamos a echar de menos, pero nuestra soledad es irrisoria frente a la tristeza de su querido hijo Néstor, la de su hermana Clara Eugenia y la de su compañero Julio Cubas, a los que transmitimos todo nuestro apoyo en un momento tan doloroso para ellos.