La Provincia - Diario de Las Palmas

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2022 aterriza con un día radiante

Antígenos y churros para arrancar el año

Pequeños grupos de jóvenes de amanecida, trabajadores y escasos paseantes y deportistas los únicos que le dan la bienvenida a 2022 en una ciudad desierta

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Amanecida del 1 de enero de 2022 en Las Palmas de Gran Canaria Juan Castro

Grupillos de jóvenes dispersos en busca de churros para arrancar el año como marca la tradición y alguna que otra persona haciendo deporte o paseando al perro fueron los pocos habitantes que esta mañana se podían ver en las calles para recibir los primeros rayos de sol de 2022 en otro fin de año atípico, y ya van dos, sin celebraciones multitudinarias y con la ciudad casi desierta, con menos gente incluso que uno domingo normal.

De amanecida forzada estaban también los barrenderos, camareros, conductores, sanitarios, vigilantes y demás trabajadores que arrancaron el año en el tajo, con la frase bíblica «te ganarás el pan con el sudor de tu frente», más grabada que nunca en su cerebro, en un día tan especial como el de hoy.

La celebración de este fin de año, el segundo de la era covid, estuvo marcado por las pequeñas fiestas burbuja con la familias o los amigos, a las que se añadieron los obligados tests de antígenos. «Mi tía nos pidió el antígeno, aunque suene raro», comenta Eduardo, que celebró el fin de año con la familia.

Unicamente los alrededores de las churrerías -las que abrieron, que no fueron todas- recordaban aunque ligeramente aquellas amanecidas de antaño, con concentraciones masivas, auténticos hervideros de gente de farra.

Pequeños grupos de jóvenes concluyen la celebración en los alrededores de la churrería Montensol

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La churrería Montesol, en la calle Perojo, volvió a convertirse en uno de esos puntos de encuentro de pequeños grupos de jóvenes que se empeñan en mantener vivos los viejos rituales para darle la bienvenida al año. Yes que una fiesta de fin de año sin churros viene siendo algo así como una ciudad sin gente o un cuerpo sin alma.

Se les veía contentos, derrochando energía y al mismo tiempo cabreados por las restricciones que les está cortocircuitando las costumbres y celebraciones propias de su edad. «Ha sido una despedida de año con muchas restricciones, pero aquí están los churros. Yo lo celebré en mi casa y luego hemos venido aquí a comer los churros, respetando las normas como siempre, aunque los políticos lo están haciendo muy mal», se queja Armando Artiles.

La mayoría de los que recalaron por Montesol se tragaron las uvas en casa y luego se fueron a casa de amigos a divertirse. Alejandro Sánchez fue uno de ellos. «Otros años esto estaba petado. Da tristeza ver tan poca gente un día como este y da que pensar», subraya Alejandro, quien le pide al año nuevo que «cambie el gobierno y nos deje libertad. Que se vayan todos, los de derecha, los de izquierda, los blancos, los azules, todos ellos fuera. Nos han mentido, nos dijeron que cuando estuviera el 90% vacunado se acababa el covid y mira como estamos. Esto es una gran mentira, vivimos engañados», exclama mientras uno de sus amigos grita «¡Alejandro presidente!».

En otro corrillo Raquel Torón le pide salud al nuevo año y que se supere la pandemia, aunque opina como su amiga Marta que «este virus no se va a caer. O nos adaptamos a él o nos come. No hay más». «Es algo», añade Marta, «con lo que se tiene que convivir. En 2022 no se va a quitar y en 2023 tampoco. O aprendemos a convivir con el virus o no vamos a salir nunca. Me parece bien tomar medidas, pero vida solo hay una y con 20 años en mi casa, sin nadie; no, lo siento. Ovives o te mueres de pena». «A los jóvenes», tercia Eduardo en pleno debate a las ocho de la mañana, «se nos escapa la juventud y nos estamos perdiendo, por ejemplo, las celebraciones de fin de año que han vivido nuestros primos mayores».

Esteban, el encargado de la churrería Montesol, tuvo poca celebración. Se levantó a las cuatro de la mañana y a las ocho seguía al pie del cañón. Y ya van 47 años. La afluencia de este año supone un 75% menos del número de personas que acudía a la cafetería en los fines de año anteriores al covid. «Yo no parto nunca el año. Sobre las once ya me voy a la cama», reconoce Esteban quien, sin embargo, no lo lleva mal. «Desgracia es el que no tiene nada», considera este  camarero al que le queda un año para disfrutar en libertad de los cambios de año, justo el tiempo que le queda para jubilarse.

Ivette, por su parte, empezó a trabajar a las siete de la mañana, vigilando el Belén del Parque San Telmo. Durante las primeras horas se limitó a ver pasar a los pocos borrachos que desfilaban por la zona ya de retirada. «Mientras haya trabajo, no pasa nada. Yo lo único que quiero es poder celebrar el día de Reyes», confiesa la vigilantes de seguridad, que anda feliz con su niña de 10 meses, pese a tantas noches en vela. La vigilancia no tiene mayores complicaciones, salvo algún que otro incidente con alguno que se ha metido en el Belén para coger las monedas.

Las barrenderas Nayra y Rosa reciben el año trabajando en el parque de San Telmo desde la seis de la mañana

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Para las barrenderas Nayra y Rita el año también comenzó currando a las seis de la mañana en el Parque San Telmo. «La ciudad está rey, no hay mucha basura, como un día normal. Antes de la pandemia éramos cuadrillas enteras de barrenderos que no dábamos avío a recoger la basura, pero este año está bien porque no ha habido celebraciones. Apenas hemos visto a gente en la calle, los vecinos habituales paseando a sus perritos y ni siquiera todos».

En palabras de Nayra la situación del país, a causa de la pandemia, es como «un motor gripado. Va a costar un poco ponerlo en marcha». Se conforma con que no empeore.

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Primer día de 2022 en Las Canteras Juan Castro

En la estación de guaguas de San Telmo, la amanecida se vivió de manera tranquila con escasos viajeros. «Muchísimos menos que otros años», resalta Cristo, chófer de Global, que estaba de retén y apenas pudo dormir tres horas, tras partir el año con su familia.

En el parque Romano, Iñaki y Sandra empezaron el año haciendo deporte, como cualquier sábado o domingo en los que aprovechan el día libre para ir a correr. «Nos hemos levantado a las siete de la mañana para ver amanecer y hemos hecho un poquito de deporte. Espero que 2022 sea por lo menos como el año pasado. Seguir trabajando y resistir, aguantar, que no vaya a peor».

El taxista Mario sacó a pasear a una de sus perras y después se iba a La Laja a nadar un poco, aprovechando el maravilloso día que nos regaló el nuevo año. Mario no ha echado de menos las celebraciones tradicionales. «A mi edad, lo de ir de fiestas se acabó ya», sostiene convencido, mientras confiesa que la desgracia de 2020 le permitió comprar una parada más barata y convertirse en autónomo. Se arriesgó y le salió bien. «Si no hay riesgo no hay gloria», sostiene, mientras se muestra optimista con el nuevo año. «Como nos encierren a todos otra vez, esto sí que se va al garete, pero ya».

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