Antonio murió como vivió: en soledad

El marino mercante jubilado, de 85 años y natural de La Gomera, fue hallado muerto en la Avenida Marítima junto a las pertenencias con las que dormía en la calle

Antonio Borges, con su carro de la compra, por la sede de Tráfico en la capital grancanaria.

Antonio Borges, con su carro de la compra, por la sede de Tráfico en la capital grancanaria.

La muerte de Antonio Borges coge por sorpresa pese a que se trata de un desenlace esperado. Este jubilado de 85 años y natural de La Gomera llevaba años durmiendo a la intemperie, con el único abrigo de unas mantas con las que se cubría para resguardarse del frío suelo junto a una pequeña caseta de Correos de la avenida Alcalde Ramírez Bethencourt donde cada noche se cobijaba para dormir. Murió, presumiblemente, durante la madrugada de este martes, 3 de enero. Solo, como había decidido pasar sus últimos días de vida.

Antonio vivió en sus carnes la crudeza de la calle. No molestaba a nadie. Solía pasar las horas sentado frente a la linotipia de la redacción de LA PROVINCIA/Diario de Las Palmas con un viejo transistor con el que escuchaba el fútbol y las noticias. Por delante de él pasaban a diario decenas de personas. La mayoría lo ignoraba, era invisible. Muchos otros se preocupaban por su estado de salud, por su situación, por su higiene. Vivía también gracias a la ayuda que estas personas le prestaban a diario. Hubo algunos que le aconsejaron que acudiera a algún centro donde dormir bajo techo, donde poder asearse, donde ser atendido. Siempre daba la misma negativa por respuesta. Su decisión era vivir en la calle. Durante un tiempo lo hizo acompañado por otra persona sin techo, un joven, hasta que este desapareció hace unos meses.

Recibió un paliza en 2021

En noviembre de 2021 recibió una paliza de un ladrón cuando estaba a punto de quedarse dormido. El agresor, de unos 30 años, lo intentó asfixiar apretándole con un cordón o un objeto similar en el cuello, dejándolo semi-inconsciente. Le golpeó en la cara y en la frente, posiblemente con una piedra, ocasionándole una brecha sangrante. Aquel día, a las inmediaciones de la redacción, acudió la Policía Nacional y una ambulancia del Servicio de Urgencias Canario (SUC) para atender a Antonio Borges, quien tuvo que ser hospitalizado debido a las heridas que presentaba. El autor huyó después de que un grupo de jóvenes se percatara de lo que ocurría.

Al día siguiente volvió a aparecer en la Avenida Marítima, aún con restos de sangre en la ropa y con los puntos de sutura que había recibido de la paliza. Tenía el rostro hinchado y los ojos, apenas visible por la aparatosa venda que le cubría toda la cabeza, amoratados. Muchos se volvieron a interesar por su estado. Le volvieron a recomendar que acudiera a un centro de acogida, que su vida iba a mejorar, pero su decisión de vivir en la calle se mantuvo. Continuó durmiendo en el mismo punto. Siguió pasando las horas sentado frente a la linotipia, junto a su pequeño carro de la compra en el que guardaba sus pocas pertenencias.

La víctima con las secuelas de la agresión en la cabeza.

La víctima con las secuelas de la agresión en la cabeza.

El pasado martes, por la noche, uno de los jefes de este periódico habló con Antonio Borges Le invitó a algo de comida, oferta que no rechazó. Fue breve, como siempre; apenas le gustaba hablar, no le gustaba mantener conversaciones largas. Estaba como todas las noches: agazapado junto caseta verde para el servicio de los carteros, cubierto con las mantas, preparado a sus 85 años para pasar una noche más a la intemperie bajo la gélida brisa marina invernal que arrecia estas frías noches en la Avenida Marítima de la capital grancanaria.

Apoyado en su carro

Ya por la mañana, un redactor de este periódico vio que Antonio Borges no se movía, que estaba en una posición «rara» y que, a las ocho y media, aún seguía durmiendo cuando era habitual que antes de las ocho recogiera todos sus bártulos y comenzara a deambular por la calle Perojo y por la Fuente Luminosa. Junto a otro compañero se preocuparon, acudieron a ver cómo estaba y comprobaron que no respondía. Llamaron de inmediato al Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (Cecoes) 112 para que desplazara una ambulancia. Los sanitarios solamente pudieron confirmar la muerte de Antonio, quien en una de sus pocas conversaciones indicó que trabajó como marino mercante y que tenía familia en el barrio tinerfeño La Cuesta, a los 85 años de edad. También llegaron varias unidades de la Policía Nacional, que certificaron que todas las hipótesis apuntan a que murió por causas naturales, por la crudeza de la calle, por el evidente mal estado en el que se encontraba cuando se le veía caminar apoyado en su carro.

Los agentes de la Policía Nacional en el lugar donde fue encontrado muerto Antonio Borges.

Los agentes de la Policía Nacional en el lugar donde fue encontrado muerto Antonio Borges.

Su muerte golpea en los redactores de este periódico, que si bien la mayoría apenas conocía a Antonio, apenas habían tenían trato con él; queda la pregunta de si se hizo lo suficiente porque viviera una mejor vida durante sus últimos años. Su decisión, sin embargo, estaba tomada. No hubo manera de hacerle cambiar de pensamiento. Descanse en paz.