Crónicas de un rompesuelas

La casa de Yahveh

En la calle Peregrina hay una mansión cuyos símbolos no debieron pasar desapercibidos a la Inquisición

Escudo en el número cuatro de la calle Peregrina. | |

Escudo en el número cuatro de la calle Peregrina. | | / JUAN CASTRO

Una mañana de 1790, el comisario del Santo Oficio observó aquellos planos. La mansión, de tres plantas, presentaba muchas características de la arquitectura tradicional canaria. Su fachada, organizada en cinco ejes, alternaba ventanas y balcones de madera, mientras que en la planta baja, cubierta de sillares de cantería, se abrían cinco puertas cuyos dinteles llevaban grabados cinco nombres: Jesús, María, José, Joaquín y Ana.

-No veo qué tiene de particular esta fachada –exclamó.

-¿No sabe vuesa merced qué significa todo esto? –preguntó su ayudante señalando aquellos nombres.

-Pues claro que sí –respondió el comisario–, es la Sagrada Familia junto a los padres de la Virgen: Joaquín y Ana.

-Sin duda, ¿pero se ha parado a pensar por qué planean cincelarlos en los dinteles de cada puerta?

-No.

-¿Y por qué cree que el único acompañado por un escudo es precisamente el de María?

El comisario, tras mirar el escudo mariano, con el anagrama que forman las dos primeras letras del Ave María, A y M, enmarcado dentro de un rosario, rematado a su vez con una corona, símbolo de su nobleza, volvió a responder:

-Supongo que tanta ornamentación tiene una explicación muy sencilla, se trata de la puerta principal.

-Sí, ¿pero por qué el propietario de la casa ha elegido este monograma tan sencillo habiendo otros mucho más complejos y elegantes?

-Lo ignoro.

-Como bien sabe vuesa merced, en las letanías lauretanas la santísima Virgen es denominada Puerta del cielo y de tal guisa aparece en los parteluces de las portadas de las catedrales, como una puerta tanto de entrada como de salida, pues al mismo tiempo que nos trajo la salvación nos conduce hacia ella. Ese doble sentido está implícito en las dos partes del avemaría, la primera contiene las palabras que el arcángel Gabriel le dijo durante la Anunciación: ‘Ave María, llena eres de gracia, el Señor es contigo’ y el saludo que el Espíritu Santo inspiró a Isabel cuando Nuestra Señora fue a visitarla: ‘Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre’, mientras que en la segunda parte imploramos su intercesión: ‘Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, amén’.

-¿Y qué tiene eso que ver con el anagrama?

-Mucho, pues si el avemaría está compuesto por dos partes, una bendición angelical descendente y una súplica terrenal ascendente, este anagrama también.

-¿En la A y la M hay una bendición y una súplica?

-Simbólicamente, la primera está representada por un triángulo con el vértice hacia arriba y la segunda por otro invertido.

-No veo ninguna de esas figuras.

-Pues vuesa merced las tiene justo delante.

-¿Dónde?

-En la V que forma el centro de la M y el vértice de la A, que simbolizan las bendiciones celestes que descienden sobre María y las suplicas terrenas que ascienden hacia ella o lo que es lo mismo la unión del cielo y la tierra.

-Es cierto –exclamó el comisario.

-Pero aún hay más, ¿se ha fijado vuesa merced en que las cinco palabras serán grabadas sobre cinco piedras lisas?

-Es lógico, ¿o acaso pretende que las graben sobre piedras rugosas?

-Como se nota que su fuerte no son las Sagradas Escrituras. Las cinco piedras que el rey David escogió para enfrentarse a Goliat también eran lisas, como debió serlo la que su antepasado Jacob empleó como almohada la noche que durmió en Betel, topónimo que significa casa de Dios. ¿Recuerda lo que dijo nada más despertar?

-¡Por supuesto! –replicó el comisario visiblemente molesto por la afrenta que acababa de recibir de aquel subordinado–, dijo: “¡Qué temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Yahveh y la puerta del cielo!”, de donde proviene el epíteto mariano de Puerta del cielo.

-Entonces supongo que también recuerda qué soñó para despertar tan alarmado.

-Efectivamente –volvió a contestar el comisario–, una escalera que unía tierra y cielo.

-Como este anagrama –añadió su ayudante–, a lo cual debemos añadir que la mansión tiene seis ventanas y cuatro balcones –dijo señalándolos–. Las ventanas simbolizan los seis días del Genesis que comenzaron con la creación de la luz que penetra por ellas y los balcones corresponden a los cuatro evangelistas.

-¡Es increíble!

-Pero los números no acaban ahí, las cinco puertas también están relacionadas con los cinco libros de Moisés, los cinco ingredientes que Yahveh le señaló durante el éxodo para preparar el aceite de la unción santa, las cinco ofrendas sobre el altar del sacrificio descritas en el Levítico, las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, los panes que multiplicó y hasta el número de vírgenes sabias y necias de su parábola.

-¿Entonces el promotor de esta casa es una especie de judaizante?

-Eso me temo, pero si sumáis todas las aberturas de la fachada obtendréis otra cifra aún más sorprendente.

Tras sumar mentalmente las cinco puertas, las seis ventanas y los cuatro balcones el comisario exclamó:

-¿El quince?

-En efecto.

¿Y cuál es el simbolismo de dicha cifra?

-Tal era el número de peldaños de otra escalera parecida a la de Jacob, pero que no conducía al cielo sino al sanctasanctórum del Templo de Jerusalén. Cada escalón correspondía a uno de los salmos que van del 120 al 134 y quienes iban en peregrinación debían cantarlos a medida que los subían. Pues bien, la calle dónde se está construyendo esta casa se llama Peregrina y no hará falta que os diga quién peregrinó allí con sus padres a la tierna edad de tres años, ¿verdad?

-La Virgen María –susurró el comisario boquiabierto.

-¿Recordáis lo que dice el salmo 134? –continuó su ayudante.

-Sabéis perfectamente que no me sé las Sagradas Escrituras de memoria, pero tengo la impresión de que me lo vais a recordar ahora mismo.

-Habla de una casa como esta, de la cual dice:

Mirad, bendecid a Yahveh,

Vosotros todos los siervos de Yahveh,

Los que en la casa de Yahveh estáis por las noches.

Alzad vuestras manos al santuario,

Y bendecid a Yahveh.

Desde Sion te bendiga Yahveh,

quien ha hecho los cielos y la tierra.

-O sea, bendecid a Yahveh y Él os bendecirá.

-Lo mismo que en el avemaría.

-¿Entonces esta casa es una especie de oración petrificada que busca unir cielo y tierra?

-Eso parece.

-¡Esto es intolerable!, prended a ese hereje de inmediato –ordenó el comisario.

-Ya me gustaría, pero goza de la protección de su señoría el corregidor, de su ilustrísima el obispo y de muchas otras autoridades.

-¿Cómo es posible?

-Muy sencillo, es extremadamente dadivoso con todos, especialmente con la Iglesia, pues hasta paga decenas de misas al año por las ánimas del purgatorio.

-¿Pero acude a la eucaristía?

-Raramente y sólo de amanecida con la excusa de que su negocio le obliga a madrugar.

-¿A qué menesteres se dedica?

-Es un comerciante que a veces hace de prestamista de las mayores fortunas.

-¡El muy usurero! ¿Cómo se llama?

-Antonio Betancourt.

En cuanto oyó aquel nombre el comisario se incorporó gritando:

-¿Cómo os atrevéis a hacerme perder el tiempo con esta nadería? ¿os es que no conocéis el impacto que ha tenido en la corte de su majestad el estallido de la revolución en Francia el verano pasado?

El ayudante se quedó sin palabras.

-Marchaos de aquí y dedicaos a algo más útil como impedir la entrada de toda esa propaganda revolucionaria que quiere convertir a Carlos IV en un pelele como ya han hecho los gabachos con su desdichado primo, Luis XVI. ¡Fuera de mi vista!

El ayudante se marchó estupefacto. No entendía qué había sucedido. ¿Cómo podía haber cambiado de opinión tan radicalmente nada más oír su nombre?, pues aquel recién llegado a Gran Canaria ignoraba que Antonio Betancourt no era ningún usurero, sino un comerciante caritativo y solícito, siempre dispuesto a prestar dinero a quien lo necesitase, especialmente a su buen amigo el comisario del Santo Oficio.

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