Raquel Santana : «La suerte es así, nunca sabes dónde va a caer. La prueba está en nosotros»

Su administración en el Centro Comercial La Ciel, de Vecindario, despachó de la máquina el premio gordo

Vecindario reparte el Gordo de la Lotería de Navidad

T. M. R.

José A. Neketan

José A. Neketan

Raquel Santana se levantó esta mañana y se puso para ir a su administración de lotería en el Centro Comercial La Ciel de Vecindario una camisa con la leyenda en inglés 'Special moments will make a great memories' ('Momentos especiales serán grandes recuerdos'). Y acertó. Recuerda que empezó el día con el deseo y la intuición de que podría dar un premio de la Lotería de Navidad, la más esperada del año. A media mañana le informaron que había dado un quinto premio, y parecía que ya tenía hecha la jornada.

Pocas horas después su administración se llenó de nuevo, pero esta vez por ser uno de los lugares donde había caído el Gordo. El número más deseado. Cuando entró la tromba de periodistas, al poco de recibir la llamada de una radio que la informaba de haber dado el gran premio, comenzó a llorar de emoción, mientras intentaba mantener la compostura y la sonrisa en su cara.

Raquel Santana ya sabe lo que se siente al dar el Gordo de la Lotería de Navidad.

Raquel Santana ya sabe lo que se siente al dar el Gordo de la Lotería de Navidad. / Juan Castro

Santana intentaba responder las preguntas de todos los informantes, a la vez que iban llegando amistades para darle la enhoranuena. También pasaron por allí clientes que reconocieron que este año no habían cogido lotería allí y por tanto quedaban excluidos de forma inmediata de ser alguna de las personas ganadoras. El número ganador lo había despachado de la máquina. Nadie apareció por allí con un décimo en la mano. Entre bromas, ese hecho se achacaba a que a pocos metros de la adminitración de lotería de Raquel están las oficinas de la Agencia Tributaria Canaria.

La vendedora aseguraba que no tiene nada que ver el tamaño o la fama de tal o cual administración. «La suerte es así, nunca sabes dónde va a caer. Y la prueba está en nosotros», explicaba. Solo deseaba que a la persona que le hubiese tocado que fuera feliz y que esperaba que ese premio, 400.000 euros al décimo, le ayudara en la vida. Luego llegó el momento del champán y el brindis.

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