"Lo ganamos". Los croatas que coincidieron ayer al Plaza de La Victoria lo tenían claro: pasara lo que pasara en la final, ellos iban a sentirse ganadores. "Se me saltaron las lágrimas porque era una oportunidad única. Croacia se lo merecía, pero todos estamos muy orgullosos", comenta Ivan Fosin, de vacaciones en Gran Canaria junto a un amigo, Andrew Hoddes, ambos residentes en Zagreb.

Allí, en la capital del país balcánico, presenciaron la semifinal frente a Inglaterra el pasado miércoles. "Todos decían que íbamos a ganar. Fue una locura. Casi ni se podía pasar por las calles porque estaba todo bloqueado", asegura Fosin. Dos días después, el viernes, cogieron un coche y se fueron desde Zagreb hasta Venecia, desde donde volaron hacia la Isla.

Las prisas, sin embargo, les hicieron olvidarse de portar consigo cualquier cosa que les señalara como croatas. Atrás se dejaron la camiseta de la selección nacional y la bufanda, pero lo que no sabían es que eso no iba a ser un problema porque apareció de repente Maria Smit, que llevaba puesta la casaca de la primera equipación de Croacia y una más en la mano, quizá con la esperanza de encontrarse con algún compatriota sin identificar, como fue el caso.

"Hemos sufrido tanto como nación que en Croacia se ha levantado una especie de nacionalismo que hace que vivamos todo con mucha pasión, con mucho corazón", asegura Maria, también de Zagreb, y que llegó en 1990 a Gran Canaria, desde donde vivió la Guerra de los Balcanes. "La guerra no llegó a la capital, pero estaba cerca. Se oía todo. Mi familia tuvo que esconderse muchas veces", recuerda.

Su estancia de 28 años en el Archipiélago, sin embargo, no le ha alejado un ápice de su tierra. "Mi hermana me contaba que todo el mundo estaba en la calle y no se podía pasar. Ella vive en un barrio de Zagreb donde todos están más locos todavía. Los coches estaban parados. Según me decía, fue una locura total", revela.

Es la misma versión que contó Ivan, la que confirma que el Mundial de Rusia se vivió en Croacia con mucha pasión, que fue en aumento a medida que el combinado de Dalic pasaba de eliminatoria. "En las semifinales no creía que pudiésemos pasar después de recibir un gol tan rápido -el de Trippier, de Inglaterra-, pero hoy -por ayer- sí que creía. Es una pena", lamenta.

Nadie mejor que Andrew, nacido en el Reino Unido pero con 10 años de residencia en la capital croata, para corroborar la unión de todo el país en torno a la selección. Como sociólogo del fútbol, comenta: "Entre clubes hay unas rivalidades tremendas entre ultras, sobre todo entre los del Dinamo de Zagreb y el Hajduk Split, pero cuando juega el equipo nacional, todos están unidos".

Acabada la final, las lágrimas brotan de los ojos de Ivan. Son de pena, pero también de orgullo, porque saben que son subcampeones del mundo. Incluso, se sienten ganadores.