Dice Jean Jacques Annaud que cada vez que rueda con cuadrúpedos aprende algo de sí mismo y se tolera mejor. Así sucedió con "El Oso" (1988), con los tigres de "Dos hermanos" (2004) y ahora con "El último lobo", la última aventura fílmica del director de "Siete años en el Tíbet" y su regreso a China.

"Todos tenemos un lobo en el interior", asegura el cineasta en una entrevista con Efe. Y quien dice lobo, dice oso, tigre, paloma o ratón.

"Los hombres no somos tan distintos, nos empujan los mismos instintos de territorialidad, venganza, amor, y eso es lo esencial de la vida, el resto es un poco de ropa y decorado", precisa.

La idea de llevar a la pantalla "Wolf totem", uno de los mayores éxitos literarios en China de los últimos años, partió de los productores de aquel país. Lo fácil es pensar que, para trabajar a lo largo de siete años con 25 lobos reales, amaestrados desde crías, nadie mejor que Annaud, dada su experiencia previa.

Pero el director asegura que ese no fue el factor decisivo para que acudieran a él. "Fue por el amor que sentían hacia mi película 'El amante' -la adaptación de la novela de Marguerite Duras-. Y también influyó la atracción que yo siento hacia esa región del mundo desde que hice 'Siete años en el Tíbet'".

La respuesta da pie a recordar el conflicto suscitado con las autoridades chinas a raíz de aquella cinta protagonizada por un Brad Pitt que traba amistad con el Dalai Lama en la época en la que China ocupó el territorio, hasta entonces independiente.

Pekín puso a Annaud en su lista de ciudadanos 'no deseados', pero el cineasta confirma que aquello ya está superado.

"A todos nos ha ocurrido alguna vez, te peleas con alguien muy fuerte, sientes que lo odias y das un portazo, pero años después te lamentas y te conviertes en un amigo querido", razona.

"Me pasó también con mi compositor James Horner -autor de la banda sonora de 'El último lobo'-, hicimos juntos 'El nombre de la rosa' y nos peleamos. Ahora es uno de mis mejores amigos. Creo que hay que saber superar los momentos de enfado, suelen ser generadores de amistades más profundas".

"El último lobo" está ambientada en los primeros días de la Revolución Cultural de 1967 y narra el descubrimiento de la vida nómada y salvaje por parte de un joven estudiante de Pekín, que durante su estancia de dos años en la región china de Mongolia, captura un lobezno para domesticarlo.

La película, rodada en 3D, contiene un alegato medioambiental y místico sobre la relación del hombre y la naturaleza y también una invitación a descubrir el lado animal del ser humano. Sostiene Annaud que si vivimos de espaldas a nuestro propio salvajismo es en buena parte por herencia de las religiones.

"Las religiones nos han explicado que la naturaleza estaba ahí para nuestra disposición y servicio, y los animales como nuestros esclavos y fuente de alimento, y que el hombre era algo distinto", señala.

"Eso nos ha marcado mucho y por eso la gente tiene tantos problemas en entender sus impulsos: están casados y con hijos y de pronto se enamoran de otros y creen que es el diablo, o gente tranquila y amable que de repente quiere matar a alguien y no lo entiende".

"Basta con ser lobo durante media hora para entenderlo. Hay que calmarse, es nuestra función de hombres, calmar las emociones, adiestrarlas, es difícil, pero no hay que asustarse", comenta.

Con un reparto encabezado por los actores chinos Shaofeng Feng y Shawn Dou, en el rodaje en la estepa asiática participaron además 480 técnicos, 200 caballos, mil ovejas y los 25 lobos con su medio centenar de adiestradores.

"La clave para conseguir la complicidad del lobo es la misma que con los actores. Si no te gusta tu actor, si no lo quieres, se verá en la pantalla y el público tampoco lo querrá. Y eso vale para una estrella de Hollywood, para una jovencita en su primer trabajo o para un lobo", afirma.

"Cuando quieres que el público se identifique con un personaje, la única manera es respetarlo y comprender sus razones. Es algo que ha formado parte de mi educación cinematográfica. Jean Renoir es uno de mis maestros y en sus películas nunca hay malos de verdad, hay gente que se opone, pero por razones que se pueden entender".