Tal vez lo vieron, y tal vez ni se dieron cuenta. O tal vez lo vieron, y al darse cuenta dieron un respingo de asco, como el que sabe que por aquí hemos pasado ya, y vuelta a empezar. ¿Y esto para qué sirve?, se preguntaba un lacio Iker Casillas cogiendo con temor el delantal que le daba Bertín Osborne en su entrega de En la tuya o en la mía.

Los chicarrones venían de la escena del sofá, pero esa escena apenas tiene gracia, y eso que el cantante melódico se parte el culo por cualquier chuminada, que con sus risotadas eleva a cosa insuperable, a anécdota tronchante, vamos, a descojone. Del sofá partieron bromeando a la cocina, adelantándose a la mundial que «vamos a organizar, porque tú de cocina, ¿qué tal?», preguntaba el señorito al portero adivinando lo que le diría, que nada, que ni idea, que la cocina es un reino lejano, ignoto, de otros.

Mejor, de otras. ¿Y esto para qué sirve?, respondió el señor futbolista sabiendo que era un chiste, una broma. ¿Y esto para qué sirve?, dijo Iker. Vamos, no me jodas, creo que le respondió el campechano más campechano de los campechanos. En ese no me jodas, Norberto Juan Ortiz Osborne dejaba claro que eso era demasiado, que se puede ser un poquito machista, pero lelo y machista es como insoportable.

Rieron la gracia y pasaron a otra cosa. ¿A otra cosa? Tú que eres la que sabe, ¿cómo ves esas patatas?, preguntó Norberto a la esposa del portero, Sara Carbonero , que entró a escena por no hacer el feo, sobrepasada por el hedor a macho. Sólo el que piensa que la mujer es «la que sabe de patatas» es capaz de preguntarlo. Tanto machismo en la tele pública da un asco inabarcable. Pero Bertín nos llamó gilipollas a quienes lo creemos así.