La cabra es el animal predominante, en número, en la cabaña ganadera de Canarias desde que el archipiélago está habitado por el ser humano. Llegaron con los primeros pobladores, cuya economía se basaba en gran medida en el aprovechamiento de su leche y su carne, también su piel y hasta huesos. En la actualidad, con más de un cuarto de millón de cabezas repartidas entre todas las islas, sigue aportando la mayor parte de la leche que se emplea para la elaboración de sus muy apreciados quesos, tanto artesanos como industriales.

De aquellas primeras cabras, cuyas descendientes más directas se extinguieron a mediados de los años 60 del siglo XX, sólo quedan dos ejemplares disecados en 1935 y expuestos en El Museo Canario. Las que hoy forman la cabaña ganadera de estas islas proceden de aquellas, aunque con una evolución y cruces que han terminado por confluir en tres grandes razas: la palmera, la tinerfeña con sus variedades norte y sur; y la majorera, especialmente adaptada a paisajes áridos, la más extendida y de mayor producción lechera.

Al preguntarle al veterinario e investigador Juan Capote, explica que la numerosa población caprina que hay en Canarias se conformó con lo que se llama stepping stone, "como el charco de agua con piedras que cruzas saltando de una piedra a otra, la población va pasando de isla a isla, por lo que el poblamiento simultáneo en todas las islas es imposible". Así lo confirma el análisis de ADN antiguo realizado a muestras procedentes de yacimientos arqueológicos.

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