El verano oficioso no empieza cuando una conocida marca de cerveza lanza su anuncio de aires mediterráneos, sino cuando se empiezan a pedir un par de hielos para acompañar al café. Un signo inequívoco de que las altas temperaturas requieren ya medidas para combatirlas. Con esta fórmula cafetera se consiguen los mismos efectos estimulantes y digestivos, pero además de manera refrescante.

Sin embargo, el café con hielo tiene una contrapartida: el sabor se diluye por efecto de los cubitos, sobre todo si son escasos y de mala calidad, y los aromas prácticamente desaparecen. Por suerte, la proliferación de locales de café de especialidad –donde se cuida mucho la calidad y la estética, pero con un aumento de precio como contrapartida– ha traído consigo nuevas propuestas de café helado, más cuidadas. Estos son tres ejemplos para no renunciar a nada:

Café helado o 'iced coffee'

Es la versión 'premium' del café con hielo, ya que requiere el uso de una batidora, que permite picar y desmenuzar el hielo, de tal manera que quede integrado con el café. La versión simple consiste en prepararse un cafetera de la manera habitual y verter luego el contenido en el aparato (también valdría un minipimer) junto a un puñado de hielos. Se le puede añadir leche, sirope o incluso todo tiempo de extractos (cacao, vainilla, coco…) para obtener una versión más dulce.

Si se pide en alguna cafetería, hay que tener en cuenta una premisa: para elaborarlo, ¿usan un café recién hecho o bien se trata de un batido a base de polvos? En este último caso, el resultado será seguramente excesivamente dulzón y no demasiado saludable. Otro pariente cercano de esta receta es el café frappé, de origen griego pero ya totalmente extendido. En este caso, la base es un cappuccino o un café instantáneo con mucha espuma, y se puede coronar con nata, helado y demás. De aquí es donde surgió el famoso ‘frappuccino’ de Starbucks (que, volviendo al inicio del párrafo, preparan con polvos).

Cold Brew, infusionado en frío

Se trata de una receta de origen anglosajón que hasta hace pocos años era totalmente desconocida en España y tocada por una inequívoca aura ‘hipster’. De hecho, si no llevas barba larga seguramente no la conozcas (sí, es una exageración). La gran ventaja del cold brew –pronúnciese ''cold bru'– es que mantiene todo el sabor y los aromas del café ya que se infusiona en frío. Es decir, no se trata de hacerse un café caliente y luego enfriarlo a base de un choque térmico, sino que la bebida es fría desde el primer momento.

Un vaso de 'cold brew', un café infusionado en frío con una cafetera de prensa.

Obviamente, para conseguirlo no se puede usar ni una cafetera italiana ni una de cápsulas, sino que se necesita una cafetera de émbolo, también conocida como de prensa francesa. Se debe usar café molido lo más grueso posible y luego infusionarlo con agua a temperatura ambiente de 15 a 24 horas. Un proceso tan largo que lo más aconsejable es irlo a comprar directamente a algún local de especialidad (Syra Coffee, Hidden Café, Morrow, Satan’s Coffe Corner…). Eso sí, a diferencia del ‘iced coffe’, se trata de una receta solo apta para los muy cafeteros, ya que es de cuerpo ligero pero sabor intenso y amargo. Y no lleva azúcar.

'Affogato', un placer a la italiana

Una fórmula simple y deliciosa, como solo saben inventar los italianos. Su traducción es ‘ahogado’ y tiene toda la lógica, ya que se trata de ahogar una bola de helado en un café. Los más puristas dirán que así se malgasta el café, pero el único argumento posible es que lo prueben. No se trata de un café para cada día, pero si para regalarse un breve instante de felicidad. Además, acaba con el dilema del “¿postre o café?” porque es las dos cosas a la vez.

Helado y café, la fórmula italiana del 'affogato'.

En Italia se suele usar habitualmente helado de vainilla, aunque desde la heladería barcelonesa Delacrem abogan por dar rienda suelta a la imaginación. Ellos han convertido el ‘affogato’ con helado de avellana en su marca personal, pero también se puede usar cualquier otro sabor, siempre y cuando tenga un mínimo de conexión con el sabor del café. Es decir, que a nadie se le ocurra mezclarlo con fresa, por ejemplo, pero sí con ‘stracciatella’, chocolate, canela… El debate puede surgir a la hora de comérselo: ¿es mejor combinar una cucharada de helado con un sorbo de café o mezclarlo todo directamente? Aquí, que cada cual escoja su propio vicio.