No quiero ver "Boss" -bueno, sí quiero verla, pero no la voy a ver-. Canal + estrena estos días una de las ficciones más aplaudidas del año pasado. Todos los comentarios la señalan como una de esas series que aparecen una vez en cada década, aseguran que la intensidad dramática de sus guiones sólo es igualada por la acertadísima y durísima interpretación de sus actores, que cada capítulo es un mazazo que te deja K.O. en el sofá y te desconcentra el resto del día.Y sin embargo hay una razón muy sencilla por la que yo no voy a ver "Boss" -bueno, sí voy a verla, pero no la quiero ver-: está protagonizada por Kelsey Grammer y tengo miedo de no poder volver a ver "Frasier" como antes, mejor dicho, como ahora, como hago cada día a las ocho de la tarde en La 2.Ya Lao-Tse dejó escrito en su Tao Te Ching que la sabiduría consiste en ver diariamente un capítulo de "Frasier". Confucio, en sus Analectas, abundaba en esa idea.Y Pepe Colubi suele hacer comentarios al respecto en su Facebook. Si me empapo empáticamente de un Kelsey Grammer alcalde de Chicago y paciente de una terrible enfermedad neurodegenerativa, ¿seguiré creyéndomelo como el psiquiatra más divertido que jamás tuvo un programa de radio en Seattle?

Psicólogos y otros humanistas discuten acaloradamente sobre las posibilidades del cambio humano. ¿Se puede ser extravertido en una etapa de la vida e introvertido en otra? ¿Puede la terapia conseguir que una persona extremadamente nerviosa se convierta en alguien tranquilo? ¿Puede un escritor pasar la mitad de su vida poniendo comas antes de los guiones y de pronto dejar de hacerlo? "Boss" demostró que el cambio humano no tiene límites y que un intérprete puede pasar de ser el mejor actor de comedia de su generación a encabezar la lista de actores dramáticos con sólo saltar de la NBC a la Starz. Si la personalidad es tan plástica y versátil, ¿podré disfrutar de "Frasier" al atardecer y de "Boss" después de la cena? Ya se lo contaré después de haber visto la nueva serie de Canal + - bueno, no voy a verla, pero me muero de ganas.