¿Caso cerrado? Netflix ha conseguido con Cadáveres, una miniserie británica de ocho episodios de duración, un éxito inesperado que la ha aupado en las últimas semanas al podio de los títulos más vistos de la plataforma. A caballo entre el género policiaco y la ciencia ficción, el intrigante misterio con el que ha conseguido mantener atrapados en el sofá a sus seguidores hasta el final ha quedado resuelto, pero por el camino han dejado las suficientes miguitas de pan para recorrer un nuevo sendero que podrían posibilitar una continuación de la historia. Con Cadáveres, Netflix ha encontrado su propio Dark a la británica y, dado que encontrar la mágica fórmula del éxito no es sencillo en estos días, no sería de extrañar que en la próxima reunión en las altas esferas alguien le diera el visto bueno a una posible segunda temporada. El boca a boca ha sido uno de los factores de este éxito, ya que cuando se estrenó hace un par de semanas ni siquiera vino acompañada de toda la parafernalia publicitaria que habitualmente acompaña a los estrenos más potentes. Algo parecido a lo que ya le pasó en su día con El juego del calamar. Salvando las distancias, eso sí, que el impacto de Cadáveres no ha sido tan fuerte como el que tuvo la producción coreana.

Esta miniserie creada por Paul Tomalin adapta un cómic de la línea para adultos de la editorial DC, Vertigo, y plantea un misterio irresistible: la aparición del mismo cadáver en el mismo callejón del East Side londinense en cuatro momentos diferentes del tiempo: En 1890, en 1941, 2023 y 2053. Alfred Hillinghead (Kile Soller), Charles Whiteman (Jacob Fortune-Lloyd), Sahara Hasan (Amaka Okafor) e Iris Maplewood (Shira Haas) son los policías que investigan el caso, cada uno en su época. Sobre el papel, se trata de casos diferentes, pero el espectador que tiene la visión del conjunto sabe que en realidad se trata del mismo. Sobre todo cuando ve cosas en común entre una época y otra y comprueba que hay un personaje que lo conecta todo. Al fin y al cabo, era inevitable que la clave para solucionar todo estuviera en los viajes en el tiempo. La miniserie logra articular un rompecabezas cuyo dibujo final a veces no se entiende muy bien, pero que logra fascinar cuando consigue ir uniendo todas las piezas. Y es inevitable que a lo largo de sus escenas nos encontremos con guiños varios a otros títulos de cabecera que ya son clásicos en esto de los viajes en el tiempo. Huelga decir que a partir de este momento es cuando el lector pueda encontrarse con algún que otro spoiler, así que antes de seguir leyendo, avisado queda.

La aparición del cadáver en los tres momentos temporales iniciales nos llevan al Terminator de James Cameron, cuando los viajeros en el tiempo irrumpían totalmente desnudos en mitad de algún callejón acompañado por todo tipo de perturbaciones eléctricas. ¿Quién ha matado al hombre misterioso que tiene un disparo en el ojo y un extraño tatuaje en el brazo? Y repasando el inicio del párrafo el lector habrá visto que se habla de tres momentos temporales, pero ¿no eran cuatro? Efectivamente, ésa es una de las cartas que se guardan bajo la manga en el primer episodio. Cuando ya se han las bases argumentales de los personajes de 1890, de 1941 y de 2023, de repente la serie da otro inesperado salto en el tiempo para presentarnos ese mismo misterio en el futuro. En el año 2053. Un futuro del que apenas conocemos muchos detalles, pero que tiene pinta de ser una distopía de tomo y lomo, creada a raíz de una masacre terrorista en el centro de Londres de nuestro presente y dominada por un extraño culto religioso, cuyo mesiánico líder Elias Mannix (Stephen Graham) proclama "sepa que le quieren". Detrás de los viajes en el tiempo hay una conspiración urdida por el propio Mannix para lograr crear las circunstancias que le encumbrarán al puesto de comandante supremo. Mannix ha creado un bucle temporal condenado a repetirse sin fin que le permitirá alcanzar sus objetivos. La ambientación londinense hace inevitables las comparaciones con Doctor Who. Los seguidores de Star Trek ya están más que acostumbrados a ver tramas en las que sus protagonistas quedan atrapados en algún bucle o realidad alternativa y saben muy bien que a veces son necesarios algunos sacrificios para poder salir de él y que las aguas vuelvan a su cauce. Las tramas de cada uno de los cuatro detectives acaban de manera trágica para todos ellos, pero, sólo completando el curso natural de esos acontecimientos y esperando a que el bucle se reinicie, es la oportunidad para poder introducir los cambios necesarios que logren romper el círculo sin fin.

En otras series ya hemos visto cómo el llamado efecto mariposa no es lo que era. Ya no se estila eso de que un viajero temporal pisara una hormiga en el pasado, generando una ola de acontecimientos que modifiquen la realidad de manera que al volver a su época se encuentre con un presidente de los Estados Unidos distinto. Las nuevas narrativas de ciencia ficción establecen que los grandes acontecimientos ocurrirán de una manera u otra y, aunque se pueden hacer pequeños cambios, la línea temporal tiende a corregirse por sí sola. Lo que tiene que pasar acabará pasando. Aquí en la serie plantea la cuestión de la libertad y el libre albedrío. Acabaremos haciendo lo que tenemos que hacer, porque es algo que ya ha pasado y no se puede cambiar. Nuestros personajes eligen un objetivo secundario para tratar de engañar a las mecánicas del tiempo y que ésta no frustre sus verdaderos objetivos. Mannix necesita un ciclo de 150 años para que a través de sus pequeñas acciones logre sus planes. Los protagonistas logran encontrar la forma de colaborar entre ellos, a pesar de los años que les separan, e introducir esos pequeños cambios en la Historia aparentemente inapreciables en el gran plan general del cosmos. Al fin y al cabo, el cadáver no forma parte del pan de Mannix para ir al pasado y aprovechar sus conocimientos de la Historia para poner en marcha todos los acontecimientos que le encumbrarán al poder. Por su parte, el equipo de policías logra introducir la semilla de la duda en Mannix y que éste se cuestione la necesidad de ese derramamiento de sangre que va a causar. En un principio es una duda muy pequeña, pero que con el paso de los años se va haciendo cada vez más y más grande, hasta acabar siendo algo incontrolable. Hasta el punto de que al final es el propio Mannix quien acaba poniendo su granito de arena en la ruptura del bucle.

El final de la serie nos deja una realidad restaurada donde Mannix no viajó al pasado y, por tanto, Alfred Hillinghead y Charles Whiteman no fueron acusados de asesinato, ni la bomba de Londres llegó a estallar. Es Iris Maplewood quien se sacrificó viajando a 1890 para poner en marcha su propia cadena de acontecimientos que romperán el bucle. En las escenas finales, volvemos a nuestro presente donde Sahara ve cómo las anomalías temporales parecen haberse corregido. Sin embargo, hay varias preguntas en el aire que quedan sin respuesta. El culto de Mannix parece seguir existiendo en nuestra realidad. Y el personaje de Iris, a la que dábamos por encerrada en prisión a finales del siglo XIX, está en nuestro presente y no en su futuro. ¿Cómo ha llegado allí? Podría ser un guiño final o sembrar las semillas para una futura segunda temporada. En caso de que se aprobara, ¿repetirían todos los personajes? ¿Alguno más además de Iris está en nuestro presente? Todo dependerá de que los productores sepan captar eso de que sabed que os quieren.