La Virgen del Pino bajó ayer de su camarín y Gran Canaria ya es una isla en fiestas, con su imagen presidiendo desde su trono la basílica de Teror, sede principal de la Patrona de la Diócesis de Canarias. Quizá nada como Teror pueda compendiar mejor lo que es Gran Canaria. La historia y la geografía, el sentimiento y la razón, la cultura y la tradición confluyen para definir un símbolo que resulta entrañable para los grancanarios por encima de creencias o ideologías.

Fieles y romeros, todos los isleños, tienen en la villa mariana desde hoy la meta de una ruta que lleva a los peregrinos de todos los puntos de la isla por carreteras, caminos reales, atajos y senderos hasta la vera de la Cruz de la Hoya Alta de Teror, que luce como estrella y guía hasta los pies de la Patrona.

Una luz que prendió la noche del 26 de agosto, cuando la catedrática María de los Reyes Hernández anunció la fiesta, y que no se apagará hasta que la Virgen retorne a su lugar, allí en lo alto del altar mayor del templo.

La fiesta de Teror reúne a familias y a viejos amigos bajo el entorno de la mágica villa, desde su Castañero Gordo y el Puente, hasta La Alameda, el parque Teresa de Bolívar y el zaguán de la Basílica. También otorga y devuelve promesas. Pero nunca es igual. Cada año se hace distinta, como reflejo de los propios tiempos que vive. Y en la presente edición se adapta a una programación más austera, como consecuencia de una crisis mundial a la que no es ajena Canarias. Al gran día de Gran Canaria no le hace falta aportes ostentosos ni boato. Basta sencillez y austeridad, cualidades siempre recomendables y muy propicias en este periodo en el que el Gobierno de Canarias no ha podido mantener el nivel de sus ayudas.

Como ya ocurriera en otras ocasiones, especialmente durante la crisis del petróleo de 1973 , los isleños saben responder en participación y en la ofrenda enorme que se hace patente en la magna romería de todos los pueblos de Gran Canaria y sus representaciones del Hierro, La Palma, La Gomera, Tenerife -con su tradicional visita de La Candelaria, pueblo hermano de Teror-, Fuerteventura y Lanzarote, y que no sólo aportan lo mejor de su folclore y trajes tradicionales, sino de la espléndida donación de productos no perecederos que se hacen llegar a las familias, personas e instituciones benéficas más necesitadas. Cuando se cumplen sesenta ediciones desde aquel 1952 de la romería del Pino promovida por Néstor Álamo, con el apoyo entusiasta del párroco Antonio Socorro, el alcalde José Hernández, el presidente del Cabildo Matías Vega y el obispo Pildáin, resulta conmovedor y especialmente gratificante comprobar la magnitud de la ofrenda y la cohesión de los pueblos en torno a la Virgen del Pino, que se transforma en hermandad con los más desfavorecidos. Un momento que materializa la solidaridad de una sociedad con la vista puesta en el futuro, y en vísperas de tres grandes efemérides de la historia de Gran Canaria.

En 2012 con el primer centenario de la Ley Constitutiva de los Cabildos Insulares del 11 de julio de 1912. En 2013, con los primeros cien años del Cabildo de Gran Canaria. Y en 2014, con el primer centenario de la Virgen Nuestra Señora en su advocación del Pino. Son acontecimientos que refuerzan el concepto de una historia común y un porvenir de esperanza. Al que habrá que ofrecer el relieve que requieren tales conmemoraciones, efemérides que, a buen seguro, no pasarán desapercibidas para la Diócesis ni para las Administraciones públicas.

Pero mientras llegan aquellas, aprestémonos a celebrar con generosa alegría y la solidaridad más dichosa las fiestas de este año, especialmente los próximos días, miércoles 7 y jueves 8, en los que la villa de Teror con su Virgen del Pino se convertirá una vez más en la capital de una Gran Canaria siempre ilusionante.