Aunque nadie sabe cuándo concluirá la crisis queda claro que, cuando finalice, algunas "verdades evidentes" en España (vigentes hasta 2007) dejarán de serlo.

En primer lugar, la de "la deuda es bella". Durante la última fase expansiva, se hizo creer a la gente que podía obtener lo que quisiera, aunque los salarios reales apenas aumentaran para la gran mayoría. ¿Cómo fue posible el milagro? Con la mejora de la capacidad de endeudamiento, gracias a tipos de interés bajos. Si España sigue en el euro, habrá que devolver lo prestado vía austeridad, más impuestos... y salarios bajos (como se desprende de la recomendación del BCE de instaurar minijobs o trabajos a 400 euros, tal como se implantaron en Alemania en 2003).

"Los pisos nunca bajan". En línea con lo anterior y dado el cierre del grifo crediticio en nuestros bancos (cada vez menores, más grandes, endeudados... y con muchos inmuebles en sus balances), no es probable una reactivación inmobiliaria, cuya bajada de precios no ha alcanzado una corrección suficiente (en vista de la caída en otros países, como EE UU o Irlanda). Aunque habrá presiones financieras e inmobiliarias para resucitar la burbuja, no parece que frau Merkel permita a Rajoy seguir por la senda de los años 90.

"El Estado del Bienestar es una conquista irrenunciable". Con ingresos a la baja y descenso del gasto público, la imposibilidad de aplicar la Ley de Dependencia (pensada para una época de bonanza) o los recortes en la sanidad catalana son indicios de la vuelta atrás que experimentará España, hasta el punto de que para evitar y/o consolidar un rescate económico, se eliminaría el último tabú: la bajada de la cuantía de las pensiones. Como señaló The Economist en su momento, para España la fiesta ha terminado.