El patriotismo puede ser de gran ayuda para abordar temas complicados o sutiles, y es inapreciable a la hora de conseguir titulares de impacto. La madrugada de Bruselas que llenó de niebla el Canal de la Mancha fue saludada por el patriotismo periodístico británico mandando a paseo al continente. El populista The Sun disfrazaba a Cameron de Churchill y le inventaba un gesto soez hacia los "matones de Europa", a quienes decía "Up eurs", euroadaptación de "Up yours" ("Que os den"). Según las encuestas de urgencia, la mayoría de los británicos apoya el desplante de su primer ministro, al que sin embargo ya le han aparecido las primeras chinas en el zapato. Los liberal-demócratas de Nick Clegg, europeístas por definición y sin embargo socios del gobierno conservador, creen que el Reino Unido puede quedar aislado y que ello será perjudicial también para la City que Cameron dice proteger.

Londres es la gran plaza financiera de Europa, y por ella pasan la mitad de las transacciones internacionales nominadas en euros. Una de las razones del portazo de Cameron fue justamente la insistencia comunitaria en llevar tales transacciones al continente, pero la ruptura no ayudaría a evitarlo, sino lo contrario. La City puede perder mucho negocio si está fuera de Europa. Pero la intransigencia demostrará haber sido una buena estrategia si se cumple uno de los pronósticos de los expertos británicos: que el euro no aguantará la crisis. Un análisis de The Guardian daba un 40% de probabilidades a un colapso del euro y un 20% a la salida de varios países, con Grecia en cabeza y con Italia y España como "posibles", especialmente si la "redracmatización" impulsa la economía griega.

Como el patriotismo no es exclusivo de los británicos, y como su "rule Britannia" es contestada por todo el continente con los equivalentes a nuestra "pérfida Albión", el resultado de la cumbre ha sido recibido con júbilo: "¡Que se las arreglen!" Pero como saben bien los futboleros, un gol de la victoria en el último minuto hace olvidar todas las deficiencias del propio juego, ceguera que acaba pasando factura. A riesgo de parecer aguafiestas, los socialistas franceses han puesto el foco en lo que no decidió la cumbre: políticas de crecimiento, soluciones a la debilidad. Se impuso la receta alemana de la disciplina austera, y no solo las agencias de calificación de riesgos, sino el propio Obama, han mostrado su pánico ante lo que consideran una apuesta por la recesión. ¿Aguantará el euro varios trimestres de PIB negativo, bienestar menguante y paro creciente? Si la respuesta es negativa, Cameron habrá acertado.