Soplan malos tiempos para la cultura, donde el viento de la historia nos muestra su peor cara amenazando con barrer del mapa de un plumazo los logros que con tanto esfuerzo hemos conseguido. En las crisis la cuerda se rompe siempre por el lado de más débil.

Lo curioso del tema es que pese a la crisis el consumo de cultura no ha decaído, lo que ocurre ahora es que los recortes también han llegado al saber, esto es un eufemismo ya que siempre hemos estado en apuros y ahora toca apretarse el cinturón. Los esperpentos que puso de moda el inefable Valle Inclán siguen muy vivos.

No es de recibo, por ejemplo, que siendo más importante el festival de ópera de Las Palmas de Gran Canaria que el de Oviedo, este último reciba de las arcas públicas el doble de dinero que el primero. Esto es solo una muestra de lo que está ocurriendo.

Habrá que buscar nuevas vías, nuevos horizontes para que el conocimiento pueda desarrollarse, las industrias creativas son una de las oportunidades que se abren ante nuestros ojos, ya que muchas veces cuando hablamos de innovación pensamos que solo procede del campo de la tecnología, cuando en realidad es el campo de la tecnología el que bebe de las ideas y tendencias que suben del campo de la cultura. Ahora sobre todo debemos situar la cultura en el centro del discurso social, en la actualidad la industria cultural es uno de los principales recursos en Europa, esta Europa que en valores se resquebraja y necesita más que nunca de la solidaridad entre la gente y ese añadido solo se lo puede aportar la cultura.

A muchos se les llena la boca hablando del paro y la creación de empleo, pues bien, la cultura proporciona en todo el mundo millones de empleos y supone una parte importante del PIB.

No quiero decir ni mucho menos que el estado es un estorbo, ni tampoco que es una maquina de mediocridad gestionada por burócratas para quien la creación artística, que por definición es subversiva, les parece un anatema.

Decía Miguel de Unamuno: solo el saber es libre, y más libre el que más sabe... solo la cultura da libertad. "La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura".

La juventud no debe asimilar los frutos de la cultura de sus padres, sino que debe elevar la cultura a nuevas cimas, a las que no llegan las gentes de las anteriores generaciones. ¡Ahí queda eso!