El profesor es el rostro responsable e inmediatamente visible del sistema educativo. El grupo, el centro, la comunidad escolar, la Consejería y el Ministerio son los otros eslabones que configuran el complejo proceso de la gobernanza educacional. Todo ello se concreta en el acto docente, en la específica relación del profesorado con el alumno. Eso es así desde la antigüedad más remota. Maestro y alumno, docente y discente, en una misteriosa tensión que hace de la enseñanza una profesión de alto rango social dado que lo que se trasvasa es sabiduría. En el profesorado pivota el conocimiento y ello es el fundamento de la cultura, de la identidad y el futuro de una comunidad. Sin embargo, esto no siempre se entiende así en una sociedad dominada por el triunfo de lo superficial e inmediato. El profesor ha tenido que adaptarse a las necesidades derivadas de la sociedad industrial, la tecnológica y la global que ahora se articula en lo virtual. Unas reflexiones sobre el perfil del profesorado del siglo XXI se expusieron en el Club La Provincia con motivo del veinticinco aniversario del CEP Las Palmas 1. Y aunque el tema está recogido en la literatura científica, el hecho de que se aborde con la aportación de profesores comprometidos a pie de aula le da frescura y rigor al análisis. Las competencias profesionales del docente en la actualidad son diferentes a las de hace muy pocos años. La sociedad exige la adaptación del profesorado ya que algunos viven en un modelo analógico mientras el alumnado habita un mundo digital; muchos alumnos llevan Internet en el bolsillo, con acceso inmediato al conocimiento; se vive un cambio en el modelo de familia; emergen nuevos códigos lingüísticos derivados de las redes (twitter, blog, facebook); educación en valores y formación integral (crisis, sexo, interculturalidad). Todo cambia a velocidad vertiginosa. Este sintético perfil socio-profesional tiene el contrapunto nada retórico en la madre que al abandonar la playa, sin contemplaciones de ningún tipo, le recrimina a su vástago de nueve años que manipula la sombrilla como un Quijote soñador contra lo molinos: "¡Levanta esa sombrilla, Jonathan, que si no tú sabes lo que te puede pasar!" Y el chiquillo despabila derechito como una vela.