Reconozco que soy abiertamente escéptica e incrédula en pensar que la elegancia empieza por vestir de marcas (algunos críticos dicen que sirven para dar seguridad al inseguro o para demostrar su status social), porque antes de que llegaran las prendas de marca a nuestras vidas, éramos tan felices llevando ropa de calidad, bonitos bolsos y buenos zapatos de piel y tan contentos que íbamos. Y no creo que fuéramos por ello bobos provincianos (singuangos, babiecas).

Pero de pronto, en esta loca y competitiva vida, llegó como una abeja mortífera la competencia social en todo con cierta tendencia hacia la histeria, y aunque creo que cada uno debe de estar contento con lo que tiene, desgraciadamente se ha impuesto el castigo social de no conformarse con lo que con sudor y trabajo se consigue, y ante ello me descubro (destoco), sino que la persona sueña, para su desgracia, con mucho más y no se conforma con lo que tiene, que ya es bueno, porque se desvive (se pirra) por ser "fino y elegante" como el vecino, que cobra una nómina mejor remunerada, se le ve satisfecho y hasta "parece más importante" porque puede permitirse tener una enorme nevera de dos puertas, un televisor de plasma espectacular, un móvil último modelo, un automóvil (coche) de cine y posee todos los cachivaches de la nueva tecnología, y no es cuestión de aparentar menos que este vecino que lo trae por la calle de la amargura, aunque las deudas al primero le lleguen más arriba de la corbata. Según la sabiduría de los orientales, "la elegancia no se adquiere rodeándose de lujos, porque la elegancia es un saber estar por mucha ostentación que te rodee"

Igual es que en este camino de la competencia social exigente me queda mucho por andar y voy muy retrasada (afortunadamente), pero si me quedara la última de la fila y en la cuneta, les aseguro que aún pudiendo económicamente continuaría renunciando a tales gastos porque van más allá de mi comprensión, ya que creo que implican renunciar a la propia personalidad para entregarse de lleno a un objetivo que además en nada beneficia al ánima ni al bolsillo. Creo que se ve claro que no estoy dando un paso defensivo hacia esos inseguros derrochadores presumidos (derrochones echones o echadores) en cosas innecesarias, porque a mí tan desmesurados como frívolos desembolsos me afectan el alma. Que tengan un buen día.