Todos los manuales aconsejan que en medio de una tempestad hay que mantener la calma y no hacer tonterías. Si uno se deja llevar por el pánico, lo malo se convertirá en peor. El fracaso de las medidas de 'salvación' de Mariano Rajoy, una extensión del fracaso de las medidas de la canciller alemana Angela Merkel para los países que no sean el suyo y para los bancos que no sean los suyos, demuestra, a sensu contrario, que el camino de los ajustes no lleva a la solución. Antes, con motivo del estallido de la burbuja inmobiliaria, la economía española se puso al borde del precipicio; ahora, Rajoy, Guindos, Montoro, Soria, el PP, en definitiva, han dado un paso al frente...

Hace un par de años, cuando el presidente Zapatero se vio obligado a aplicar un primer plan de recortes, muy suaves comparándolos con lo que vino después, desde la derecha profética y desde algunas tribunas mediáticas se reclamó como bálsamo de Fierabrás la pura y dura aplicación de la ortodoxia. Pero la ortodoxia tiene dos caras. Sin duda, dos más dos suman cuatro, y la ortodoxia es una forma de no suspender el examen de matemáticas; pero en todo lo que no esté regulado por las leyes inmutables de la ciencia o del universo, se admiten opiniones. La ortodoxia de la Iglesia de Roma llevó a la inquisición y a negar que la Tierra era redonda. La misma ortodoxia que ahora se utiliza para aplicar con trampas la receta oculta de un ideario rapaz que no ha sido refrendado en las urnas. Catorce de los 27 estados de la UE tienen al frente de sus ministerios de economía o finanzas y de sus bancos centrales a exbanqueros o jefes de chiringuitos financieros. Especuladores y timadores que soplaron la burbuja que al estallar disparó por contacto la gran crisis mundial, y sus hijuelas nacionales.

Al cabo de un par de años, los resultados son evidentes en España: todo está peor. El paro sigue aumentando, cuando se había dicho que la 'confianza' y la reforma laboral actuarían como eficaz crecepelos del trabajo. La 'prima de riesgo' está más alta, y la deuda paga más intereses.

Y esto no lo dice el PSOE, que parece que está en Belén con los pastores. El Nobel Krugman, que ya lo había predicho, vuelve a la carga: "La locura de la austeridad europea". Su argumento es elemental: los que están actuando de forma "verdaderamente irracional" son los políticos y funcionarios "supuestamente serios que exigen aún más sacrificios. Unos sacrificios que han traspasado la barrera de lo soportable". Y que producen el efecto 'vaca muerta': si a la vaca se la sobreordeña y para ahorrar se le niega comida, el animal muere. Pero las vacas no se rebelan; los hombres sí. De esa rebeldía nacen las 'transiciones'.

Claro que se podría argumentar que el prestigioso profesor de Princeton es un rojo peligroso, como creen los fanáticos e indocumentados del 'Tea Party'; pero es que el Financial Times, una de las biblias del capitalismo, piensa lo mismo: "España persiste en una austeridad excesiva", -asegura el 27 de septiembre. "La depresión y el obsceno desempleo están causados, al menos en parte, por una visión excesivamente rigurosa de las finanzas públicas, que no están tan mal para los estándares de la zona euro. (...) Bajo el martillo de la austeridad, la unidad nacional y la cohesión social se están desmoronando". El 2 de octubre el The New York Times advertía: "Imponer nuevos recortes (...) no traerá la recuperación, sino más miseria y agitación..."

Todo se ve agravado por la percepción ciudadana de una innecesaria crueldad con los más débiles y desamparados. Mientras en los colegios públicos de Madrid ha aumentado el precio del menú escolar hasta hacerse prohibitivo para muchas familias, 4,80 euros/día, la Comunidad subvenciona con 358.000 euros al año al comedor de los diputados, que disponen de menús variados por 3,55 en la cafetería. Congreso y Senado también se autosubvencionan.

Asustados por el empeoramiento, portavoces del FMI piden prudencia. Un 'suicidio español', auspiciado por el avaro integrismo ultraliberal y los bajos fondos financieros, tendría una demoledora cascada en el ámbito mundial. Pero la soberbia, mezclada con la avaricia y con una dosis excesiva de estupidez, es un hipnótico que puede ser mortal.