Curiosa, la coincidencia entre la efusiva recepción por el público de Isabel y la marea independentista que sube en España. Yo me pongo ante la pantalla queriendo querer a Isabel, a ese ser indómito y valeroso que desde su inicial desvalimiento se acaba haciendo con todo. El problema está en la educación recibida (por mí), pues hace como 55 años en el libro de Historia, no sé bien si sagrada o profana, se ensalzaban estos méritos de la Reina Católica: la expulsión de los judíos y el establecimiento de la Inquisición. La serie acaba, parece, con la llegada de Isabel al trono, en 1474, con 23 años. La expulsión de los judíos (1478) no se la pensaría mucho. Unidad geográfica, unidad étnica, unidad religiosa, y, a partir de ahí, el Imperio, del que hoy quedan el islote Perejil y poco más. La lengua también, claro, pero hoy el buen nacionalista español prefiere el inglés para sus hijos.