Lo que no sospechaba uno es que volverían los tiempos de la españolización. Españolizar, un verbo que no tiene ni 24 horas de vida tras su formulación oficial por el ministro de la Mala Educación, es duro. Hasta hace pocas décadas a los alumnos se nos españolizaba, sin saberlo, desde primeras horas de la mañana. Antes de entrar a clase se nos formaba en filas militares y ante una bandera los entonces pollos cantábamos himnos hoy irrepetibles por el contenido de sus letras. Ejemplo: 'Cara al sol con la camisa nueva'. 40 años después si bien podemos estar cara al sol es casi imposible lucir una camisa nueva. Antes de estrenar una camisa se han originado una caterva de necesidades fiscales, toletazos salariales y finiquitos de contrato, que no dan pie a disponer de suficientes mudas como para estrenar un día normal de clase y menos aún con el riesgo de que los rayos uva te destiñan el precario fondo de armario.

Por otra parte aquella españolización creaba, digamos, una serie de carencias a los indígenas de estas entrañables islas en materia de Geografía.

El afán de aquellos maestros de escuela por exigir al alumnado un exhausto conocimiento de los ríos de la península, porque España estaba en la península, creaba, como poco, confusión, y más en las edades en los que el cerebro está aún tierno. En aquel programa de estudios nunca se dijo nada del barranco de Tenoya, su génesis, profundidad, caudales extintos, flora y fauna si la hubiera, pero sí el kilometraje y el cubicaje del río Turia, que realmente es de toda la vida un río que nos la sopla aquí. Otro tanto ocurría con los reyes visigodos. Era gente como Turismundo, que debió ser el primer turista que viajó por el mundo; Wamba, que bailó la bamba; y Ataúlfo, del que mejor obviar su gaseosa rima, pero el caso es que el chasco era descomunal cuando una vez aprendida España se llegaba a aquel país y se descubría que no disponían de chocolatinas inglesas, ni de motos ni coches japoneses, no sabían ni de lejos lo que era el queso de plato holandés, ni el jamón Zwan: España era un desastre visigodo, y ahora que vuelve a hacerlo es sumamente curioso que salga un ministro a recuperar el mismo temario.