El consejero de Presidencia, Justicia e Igualdad, Francisco Hernández Spínola, ofreció ayer una de esas noticias que, creyendo que es buenísima, subraya lo muy malísimo. Este hombre humano anunció lo que llama como ley de transparencia, documento para que los indígenas puedan conocer qué hacen con la gestión pública del dinero recaudado a costa de su trabajo, si lo hubiere.

Esta ley que se anuncia, por tanto, no estaba. En tres décadas y media de democracia nunca dio tiempo, no ya para redactarla, sino incluso para caer en que no existía y que nos encontrábamos ante una sucesión de gobiernos no muy transparentes, es decir, lo que vienen a ser opacos, Pepe.

El valiente reclamo de Hernández al despelote informativo lo ha hecho en un curso del Instituto Canario de Administración Pública -que hasta que se apruebe la ley no sabremos si incluía magdalenas-, denominado Innovaciones en la Ley de Transparencia, acceso a la información y buen gobierno, lo que redunda en que, si necesitamos de un curso de este tipo, es que efectivamente hemos sido administrados por malos gobiernos, en tanto actúan al amparo de la eterna ley de la zorrúa. Y así nos ha ido.

La persona Hernández Spínola casi abre, pues, con esta ocurrencia un sinfín de enigmas pero como ha venido a animarse justo cuando quedan menos de dos lunas para el fin del mundo maya, entre que tramita, aprueba y publica en el BOC, antes llegará la explosiva alineación de los planetas.

Será demasiado tarde para enterarnos, por ejemplo, desde qué hacen los ejecutivos aborígenes con los puntos de bonificación de los billetes de avión, y sus respectivas ambrosías, a cuántas tarjetas de crédito están en manos de la autoridad autonómica, con su relación de gastos, facturas y demás justificantes, pasando por los ingresos mensuales de los partidos políticos con responsabilidades de gobierno, o el precio de la hora de romería en helicóptero.

Son preguntas tan curiosas por lo inusual como desalantes de responder en un país que, fitetú, es el único de la UE que ni siquiera ha logrado ser transparente para aprobar de una vez su propia ley de transparencia, o antiopaca Paco, digo Pepe.