Cada cierto tiempo algún alto mando militar y hasta los mismísimos ministros de Defensa olvidan uno de los mandamientos clave en las Fuerzas Armadas de todo el mundo: en boca cerrada no entran moscas. Los militares son los encargados de manejar los instrumentos de la 'fuerza' de la nación, tienen a su cuidado los cañones, los tanques, la Armada, los aviones, y esta singularidad es por una parte un honor pero por la otra conlleva la enorme responsabilidad de la correcta y respetuosa administración de los efectivos.

En Roma, los generales que combatían en la Europa que era aún un conjunto de tribus en guerra permanente tenían prohibido cruzar el Rubicón con sus legiones. Julio luego César lo hizo, y fue cuando pronunció aquellas palabras inmortales: 'Alea jacta est', la suerte está echada. Tomó la ciudad- Estado y demostró, con sus mismos hechos, que la precaución era razonable. El ministro de Defensa del gobierno español, Pedro Morenés, un experimentado y hábil ejecutivo de la industria del armamento, ha provocado la enésima polémica por una imprudencia verbal: las fuerzas armadas, dijo, cumplen con su deber ante "las absurdas provocaciones". ¿Dónde está el problema? Precisamente en afirmar que cumplen con su deber. ¿Es que alguien lo ha dudado aunque solo haya sido un pensamiento fugaz? Todos los días, todos los organismos del Estado, hasta el Instituto de Meteorología, son objeto de 'absurdas provocaciones'. El propio Estado es sometido a 'absurdas provocaciones' incluso por parte de un gobierno empeñado en cruzar el Rubicón que establece la Constitución de 1978 en materia social o de tutela judicial efectiva o del derecho universal a la asistencia médica.

Las FAS, por supuesto, no responden a provocaciones lanzadas desde ningún ámbito, ni nacional ni internacional, ni regional ni ideológico. ¡Bueno fuera que lo hiciesen! Lo tienen expresamente prohibido. Reafirmarlo, y más por el ministro de Defensa, es como mínimo una insensatez, pues en sí mismo el enérgico rechazo implica la existencia de una duda.

Ante los desafíos del terrorismo o del independentismo siempre ha habido ultras e indocumentados que han amenazado con el hartazgo de los guardianes de las armas. Algunos coroneles y generales -prontamente apercibidos o sancionados, si están en activo, o descalificados, si ya no visten el uniforme- o políticos con poco tino o añorantes del golpismo, duro o blando, han cometido este error. Pero lo que en unos es un error, una imprudencia temeraria, una muestra de débiles convicciones democráticas, en otros es una irresponsabilidad que solo puede salvarse o con un inequívoco y público "lo siento, me he equivocado, no volverá a suceder", o mediante la destitución.

Eso no quiere decir que en tan señalada fecha castrense como la Pascua Militar del 6 de Enero el Gobierno no tenga nada que decir sobre las Fuerzas Armadas, la seguridad y la defensa nacional. La doctrina y la estrategia militar tiene numerosos 'frentes' políticos que han de ser motivo de reflexión y debate. El papel de España en las misiones de paz, la estrategia común exterior de la Unión Europea, que pasa por momentos de imprudente ninguneo; la lucha contra el terrorismo de raíz islámica, llevado a cabo por fanáticos que están agrupándose en África en 'franquicias' de Al Qaeda (no es la primera vez que los terroristas se interconectan en algún país madriguera, Argelia, la RDA...); la necesidad de mantener, como explicó el Rey, una 'disuasión creíble', pues un ejército sin medios 'competitivos' en su ámbito de influencia externa no cumple las funciones disuasorias elementales; la protección de las aguas de uso exclusivo o estratégicas para los intereses nacionales; el cambio que se está operando en los últimos años en el componente naval, que está siendo objeto de análisis en otras potencias marítimas... Hay temas de sobra para hablar de ellos.

Hay certidumbres que no pueden ser sometidas al juego de la retórica, porque se agrietan, y las grietas pueden crecer. Los ministros de Defensa o de Interior tienen que hablar menos y pensar más. No son ya simples diputados al servicio del desgaste del gobierno de turno, sino factores clave para las solidez de las instituciones. Tienen que dejar detrás los tic de la oposición, o la innata altanería, o la chulería amedrentadora, para hablar y actuar como sinceros y esforzados servidores del Estado. Del Estado en su conjunto. Del Estado de todos.

Ya hay demasiados charlatanes y tramposos crispando la convivencia y destrozando la confianza.