Lo más sensato y honesto sería que la CEOE estuviera callada un tiempo, muerta de vergüenza, reflexionando sobre su papel en la crisis, sobre sus responsabilidades, y sobre las trampas y delitos de algunos de sus mascarones de proa.

Un expresidente, Gerardo Díaz Ferrán, está en prisión acusado de varios delitos y de ser un consumado tramposo; y tienen a un vicepresidente que aún no ha tomado la decisión de echarse a un lado, acusado de pagar nóminas en sobres. ¿Un directivo de la CEOE pagando de esta forma?, ¿para eludir impuestos?, ¿porque maneja dinero negro? Los dos, por otra parte, emprendedores admirados por el PP madrileño, financiadores, beneficiados de contratos públicos. Y todavía hay quienes mantienen silencio ante los indicios de que Arturo Fernández es otro de los efectivos, de los que pagan en billetes cantantes y sonantes. Como algunos políticos, que por problema de despacio en la billetera usos cartuchos y bolsas. En este panorama, nada moral ni edificante, el lenguaraz Juan Rosell, presidente de la CEOE, tiene fijación contra los funcionarios, a los que ve como la larga mano de un Estado al que hay que darle la dieta de la mula del gitano, que cuando aprendió a no comer, se murió. Repite urbi et orbi el gran timonel de la patronal que hay funcionarios a los que es mejor mantener en su casa cobrando un subsidio. Un nuevo capítulo de una batalla estúpida. O mejor, de una estupidez de batalla. Porque habiendo un porcentaje de verdad, no hay más verdad que la que revela que hay empresarios a los que por el bien de España habría que mantener en su casa cobrando el mismo subsidio, si es que han cotizado a la SS, para que dejen de hacer daño al país mientras se dan tan sonoros como hipócritas golpes de pecho.

El problema de algunos neoliberales, es decir, trileros de los arcanos de las finanzas más o menos ilustrados con licenciaturas, doctorados, másteres o siglas de relumbrón en el mundo de los negocios, de eso tan viejo de que ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio, es que han perdido el recato y consideran que la codicia es tan natural como que después del invierno viene la primavera. El trabajador más escapista, más experto en bajas, más gandul, causa millones menos de veces menos perjuicios a la comunidad que un empresario como Gerardo Díaz Ferrán o un 'emprendedor' como Luis Bárcenas. Pero además, hay miles de ejecutivos incompetentes o ladrones, avariciosos hasta la rapiña y la ruleta rusa con el dinero de los demás, que han hundido cajas de ahorro y que han dejado a muchos bancos al borde del abismo, entidades que han tenido que ser salvadas con el dinero... de los que han sido estafados, engañados en su buena fe, y encima esquilmados por un gobierno amigo de los ricos y desdeñoso con los pobres.

Pero no, Rosell y los suyos, como Esperanza Aguirre, la "tía cojonuda" que le alegraba la vida a Díaz Ferrán en sus años de latón, lo que consideran dañino son las subvenciones a los sindicatos, a quienes ven como parásitos del sistema. ¿Y la CEOE? La CEOE recibe tantas subvenciones como las centrales sindicales, y tiene tantos liberados como sus contrarios en la vida económica.

El patriotismo -sea español, catalán, vasco o de Tafira Alta- es inversamente proporcional a la evasión fiscal. Y esto vale para todos, incluso para los saqueadores independentistas catalanes que tratan de engañar a la gente envolviéndose con la senyera.

El discurso tecnocrático integrista sobre la indiscutible superior eficiencia privada frente al sector público es una falsedad absoluta, científicamente demostrada. Y judicialmente. Lo cual no implica que no haya que mejorar a la administración, en parecida proporción a los fallos que presenta la actividad empresarial. Una cosa es la teoría, y otra la práctica. ¿Ha sido rentable para Las Palmas de Gran Canaria la privatización del servicio del agua? ¿Verdad que bajo cuerda se ha procedido por algunos a un ordeñe ilegítimo de las arcas municipales, que son las que pagan el engorde de ciertas cuentas nada corrientes? Quizás habría que ir preparando el rescate o la intervención por clamoroso interés general.

Lo que asombra es que los sindicatos estén atorrados. La verdad es que, como organizaciones, se han separado de la calle. Igual que la CEOE se ha separado del empresariado real, el que tiene claro que ellos también son desahuciados, por los mismos que desahucian a sus trabajadores; el que sufre, tanto como el que más, la bota de los tramposos engreídos, políticos o financieros, vendedores de crecepelos, a los que habría que emplumar (metafóricamente hablando) como en el Far West. Pero los que deciden y guían están aún en el guindo.

Hasta que salte la tapa de la olla exprés.