Leo con pasmo estremecedor que a partir de ahora nuestro Gobierno sobre-venido, perdón, el Gobierno de la Nación, va a hacer algo tétrico con las personas que tengan más de 55 años, que es chingarles la posibilidad de acceder a una jubilación parcial y anticipada. Pero lo que estupefacta a la mente en este caso en concreto no es ya que sea la jubilación, como jubilación en sí, sino la sectorización, esto es, como el consejo de Ministros la está cogiendo ahora con sectores concretos, en lo que supone un extra para desalarse.

Desde que el Gobierno lo es ya ha publicado 35 decretos ley, y como cada vez le queda menos por rebanar una vez desollada por completo esta vaca llamada España, pues que han empezado a diseccionarla por partes, y la consecuencia es que uno no sabe dónde ponerse a ciencia cierta.

Si se elige estar donde la juventud lo mandan para otro país que no sea este, bajo el supuesto de que viajar siempre cultiva, cuando lo que subyace es que hay que irse a otro mundo si se quiere conseguir trabajo. Pero si se es más ambicioso y se coloca uno de regreso digamos en la franja escolar, termina en clase hacinado con cuarenta o cincuenta chiquillos más, lo que supone una media de entre ochenta y cien piernas para una única pelota en el recreo. Y, por último, si se prefiere una edad ya avanzada, rianga las pensiones.

Es por esto que hay que recurrir a nuevas expresiones, como el novísimo ñeñenta, que tanto sirve para clasificar su edad como, próximamente, la cuantía de sus ahorros ante la tormenta de corralito que se está formando por Chipre y alrededores. Con el ñeñenta, que no se encuentra registrado en ningún sistema numérico, podremos quedar a salvo momentáneamente del próximo Consejo de Ministros. Así cuando le pregunten su edad usted diga que tiene ñeñenta y cinco años o ñeñenta y tres, dejando sin efecto el decreto ley.

Practíquelo asimismo con sus ahorros. Usted informe que apenas tiene en el banco ñeñenta y un euros, -ojo, nunca ciento ñeñenta y un euros-, o en su defecto refúgiese en Gu-Guy.