Los caudillos, desde la antigüedad, han sido seres humanos iluminados con extraordinarias dotes estratégicas, bélicas y de arenga fácil para aquellos que sienten esa llamada a cerrar filas en su persona y actos. El caudillo de España lo fue por la gracia de dios y su guerra fratricida era una posmoderna cruzada que quería arramblar con el incólume relato de la revolución socialista dirigiendo sus pasos hacia el populismo, que no es privativo de las derechas.

La vuelta de tuerca la han puesto en América Latina, poseedora de una larga experiencia totalitaria entre tradición y revolución. Los movimientos que han cristalizado en dictaduras van desde las posiciones radicales de muchos activistas cristianos contra la exclusión, donde se entendía más que a dios al Jesús hombre y al Cristo de la justicia, y de ahí que la praxis, la acción, fuera lo más acertado del mensaje. Ahora, después de una década de crucifijos junto a constituciones revolucionarias, en Venezuela el mensaje populista es cuanto más increíble más aceptado. Que se te aparezca dios o la virgen, sabiendo que no es menester que aparezca por sitio alguno, no es menos cierto que se los invoca con un gran sentimiento religioso fácilmente asimilado por los ciudadanos.

Acostumbrados a ver a Chávez levantando el crucifijo y la espada de Bolívar, la constitución y la biblia, seguiremos asistiendo a su resurrección en la imagen de su amado Maduro, que sigue los pasos espirituales de su líder ausente y candidato electo a las presidenciales que ya tiene asegurada por sus continuas alusiones a dios y a la patria. Bien, pues a Maduro se le ha aparecido un pajarillo -que puede ser un palo del folclore venezolano-, algo así como una tórtola en vez de paloma, y le ha dicho que Hugo está con él y lo asesora desde el cielo raso de la llanura. Maduro, que parece tener un buen lío en la cabeza o el corazón, es cristiano pero sigue a sai Baba: o sea, que ha hecho lo que tantos millones en el orbe: ir a las grandes superficies comerciales y llevarse una religión a la carta, pues ya me dirán ustedes qué relación tiene una confesión política como la Cristiana y una ideológica como la de Baba€ pero el sincretismo es lo que manda y si con este programa social ha ganado es que ha llegado por la mínima a los más débiles. Los programas contra la injusticia de los socialismos del siglo XXI están indeleblemente marcados por el cristianismo en cualquiera de sus vertientes, aunque la más política ha sido sin lugar a dudas la católica y no está de más decir que a estas corrientes es a los que el emérito Ratzinger llamaba catequesis de liberación.