A raíz de algunos datos recientes (por ejemplo, el descenso del paro registrado en junio) o de ciertos anuncios gubernamentales (Montoro ha anunciado que la economía crecerá a partir de este verano), se ha empezado a difundir que la economía española estaría mejorando o, al menos, tocando fondo. ¿Es así?

Si no hay rebrotes graves en la crisis de deuda de la eurozona (y si Bernanke no abandona rápidamente su política de expansión monetaria; y si China no entra en recesión durante el año próximo; y si... (ya ven que hay muchos y si), la economía española podría tener tasas de crecimiento inferiores al 1% en los próximos 18 meses. Consecuencia: a esos niveles, no se crea empleo neto.

Pero, incluso, los datos aparentemente buenos (como el histórico descenso del paro en junio) no lo son tanto. Si se escarba, se observa que se han firmado 100.000 contratos menos que en junio de 2012; del total, nunca había sido tan baja la tasa de indefinidos (6,84%) y el número de personas que cobran el subsidio de paro es 20 puntos inferior al de hace cinco años... por lo que bastantes parados no aparecen en las listas (a los que deben añadirse aquellos que han emigrado en los últimos meses).

Por si fuera poco, la banca aún debe digerir la mitad del riesgo expuesto al ladrillo (por lo que el crédito ni está ni se le espera) y la caída del precio de los pisos se prolongará (aunque, en ciertas zonas, la depreciación de inmuebles alcanza el 50%). De este panorama se salvan las exportaciones y que los agentes privados se desendeudan, lo que no sucede con nuestras administraciones (hasta el punto de que la deuda llegará al 100% del PIB en 2014). Así que puede que toquemos fondo, pero no hay una burbuja crediticia en lontananza. Hay que mejorar de otro modo, vía reformas y productividad. Pero, a nuestros políticos, no les gusta.