Cuando un pasajero toma un avión y se dirige a Lanzarote, Fuerteventura o La Palma no es consciente de que los controladores de esos aeródromos carecen de la suficiente formación o capacitación para guiar con total seguridad y eficacia el avión a la pista de aterrizaje. Así lo entienden los miembros de la Unión Sindical de Controladores Aéreos, la impopular USCA, desde que se conocieron los sueldos de sus miembros y desde que un 4 de diciembre de 2010 lograron paralizar el tráfico aéreo en España. Entonces la ministra de Defensa, Carme Chacón, militarizó las torres de control y desde aquel episodio todo volvió a la normalidad. El plan de privatización de las torres de control puesto en marcha por José Blanco se reconsideró en la Península pero en Canarias ha sido imparable y parece que sin considerar lo que significa el transporte aéreo para el Archipiélago.

Cinco aeropuertos canarios se encuentran ya con técnicos ajenos a la sociedad pública Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA). Los de Lanzarote y Fuerteventura han sido los últimos en los que se han incorporado los nuevos profesionales de Saerco. En La Gomera y en El Hierro ya habían dejado paso desde AENA a la incorporación de asistentes de vuelo en las torres, que informan a los pilotos del estado de la pista y del viento.

Los grandes aeropuertos de las Islas están a salvo de la privatización, por el momento. Tenerife Norte y Sur se protegen por las modernas tecnologías, ya que los aterrizajes y despegues se hacen con radar y los técnicos de Saerco ahí no llegan. Gran Canaria sigue bajo la tutela del Estado por exigencias de los militares de una base en Gando capital para la defensa atlántica. Esta red de infraestructuras aeroportuarias, que tanto contribuye al bienestar de los canarios y que favorece el desarrollo económico de las Islas, ha sufrido un cambio trascendental con la parcial privatización parcial de algunos de sus servicios fundamentales. Hasta ahora el control aéreo ha sido de garantía, a partir de ahora nos instalamos en la duda con la confianza de que todo siga con la misma eficiencia y seguridad. Sorprende, por ejemplo, que se haya elegido a una empresa sin experiencia, aunque técnica y legalmente acreditada.

De vuelta al viajero que toma un avión, este ignora si los nuevos controladores están habilitados o tienen la suficiente capacidad para afrontar situaciones de extremo riesgo como temporales, viento del sur o evacuaciones médicas.

La realidad es que la aviación sigue siendo el medio de transporte más seguro. Nos jugamos demasiado como para que deje de serlo.