Conviene repasar, sin subterfugios, las actitudes y los razonamientos de personajes que tenemos encumbrados en el podio del pensamiento humano. Y de las contradicciones de su pensamiento con el nuestro podemos sacar muchas conclusiones acerca de que todo hay que repensarlo. Mohandas Karamchand Gandhi, por ejemplo, practicaba la pedofilia, se bañaba con adolescentes, se hacía masajear desnudo y compartía la cama con una o varias de sus fieles (véase el reciente libro del historiador inglés Jad Adams Gandhi: la ambición desnuda); cuando Gandhi visitó Roma, en diciembre de 1931, alabó a Mussolini: "Él es un verdadero superhombre, alguien inalcanzable. Es el nuevo Mazzini de Europa". El filósofo Martin Heidegger era nazi, pero no por ninguna equivocación, sino porque creía en el Volkgeist como categoría nacional, y de hecho estaba afiliado al partido, y lo hubiera seguido si no fuera por las desavenencias con los gerifaltes menos agraciados culturalmente, pero mejor colocados en la jerarquía. Pues bien, vayamos a Kant y su polémica con las investigaciones acerca de las razas humanas. Kant defendía cuatro razas, aunque posteriormente añadió la cobriza, la de los indios americanos, ahora bien, apoyándose en Buffon, criticaba la tesis de las dos razas primigenias del naturalista Georg Forster, y se expresaba como sigue (En Sobre las diferentes razas humanas, 1775): "Creo que sólo es necesario presuponer cuatro razas para poder derivar de ellas todas las diferencias reconocibles que se perpetúan en los pueblos. 1) La raza blanca, 2) la raza negra, 3) la raza de los hunos (mongólica o kalmúnica), 4) la raza hindú o hinduística. De estas cuatro razas creo que pueden derivarse todas las características hereditarias de los pueblos ", y en sus lecciones sobre Geografía física, 1804: "La humanidad existe en su mayor perfección en la raza blanca. Los hindúes amarillos poseen una menor cantidad de talento. Los negros son inferiores y en el fondo se encuentran una parte de los pueblos americanos". De los indígenas americanos afirmaba que no tenían la capacidad de adquirir cultura, que eran profundamente indiferentes y que su pacifismo era producto de su "independencia haragana". De los negros decía que eran pasionales, pero a la vez incapaces de contener su pasión, lo cual los empujaba a constituir una raza de esclavos y dependiente del liderazgo. Los hindúes eran de mayor inteligencia que los anteriores, semejantes a los amarillos y capaces de construir culturas propias, aunque inferior a la del "homo europeus", enfocada en la habilidad, pero no en la ciencia. Los blancos constituían la raza superior a las demás, artífices de una "cultura de la civilización", llamados a ser los líderes y los progresistas. Ahora rebobinemos dos siglos hacia adelante, en busca del filósofo Peter Sloterdijk, en 1999, y su obra Reglas para el parque humano. Una carta de respuesta sobre el humanismo, donde se estudia la posible selección futura de las razas humanas. En una preclara afirmación que a estas alturas ya es inquietantemente cercana, en un famoso discurso, el 17 de julio de 1999, en el castillo de Elmau, en Baviera, en un simposio sobre Martin Heidegger, dedicó su atención a la Carta sobre el humanismo heideggeriana y comentaba sobre que en el futuro se programe una "planificación explícita de características" y acerca de que la especie humana "sufrirá una transformación desde el fatalismo de la natalidad a un nacimiento opcional y la selección prenatal". En realidad, Sloterdijk propuso veladamente que la selección genética creara una élite genéticamente modificada y perfeccionada, llamada a gobernar al resto. Pues eso.