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Cartas a Gregorio

La primera comunión

Querido amigo, mi amiga Mari Carmen adoptó hace unos años a una preciosa niña que va a cumplir ahora ocho añitos. El otro día, la chiquilla vino entusiasmada del colegio porque sus amiguitas le dijeron que se estaban preparando para hacer la primera comunión y, como es natural, le preguntó a su madre que si ella también podría hacerla. Al principio Mari Carmen, viendo la ilusión de la niña, pensó que no iba a tener ningún problema pero, cuando pasó por la parroquia, le dijeron que, para que la niña pudiera hacer su primera comunión, tanto ella como su hija tenían que asistir a la catequesis durante cuatro años, además de estar previamente bautizadas... Mari Carmen haría cualquier cosa por su hija, pero resulta que ella es atea y lesbiana, tal como Luisa, su pareja, y dicen que si su hija quiere, puede hacerse católica como sus amigas, pero que ellas van a seguir siendo ateas. Tampoco tienen la posibilidad de proponérselo a su madre natural, porque es china y no saben ni siquiera dónde está.

Menudo problema. Pero a Mari Carmen, que siempre ha sido muy creativa, se le ha ocurrido una idea tan genial como temeraria: quiere celebrar la fiesta de primera comunión con las amigas de su hija en una pequeña finca que tienen en el campo y, naturalmente, que alguien haga de sacerdote. Y, como mucho me temía, pensó en mí para hacer de cura. Primero me lo tomé a risa pero después, pensándolo mejor, le dije que no me veía capaz de darle una hostia a la chiquilla.

Le sugerí entonces que contratase a un actor que, para aquella payasada, sería lo más apropiado... Hasta aquí la historia, pero creo que también merece una reflexión. A mí me parece muy bien que la Iglesia católica ponga sus condiciones a la hora de administrar sus sacramentos, pero lo que no me parece tan bien es que haya permitido que una ceremonia religiosa se convierta en una fiesta de cumpleaños con piñata. Las niñas solo piensan en la fiesta, y van ataviadas de una forma ostentosa e impropia para esa edad.

La primera comunión debería celebrarse con la sencillez y la humildad que la hizo Jesús. Pero es evidente que las niñas y los niños, por mucha catequesis que les hayan dado, quieren hacer la primera comunión porque es una fiesta con sus amiguitos, no porque vayan a recibir a Dios por primera vez... Perdona, Gregorio pero, aunque tú y yo hayamos estudiado en un colegio de monjas, ya no me apetece pensar así. Los familiares que quieran celebrar una gran fiesta, que lo hagan en otro momento y lugar, pero que no se asocie el sacramento al festejo. Hay que echar del Templo los trajes de lujo y las fiestas lúdicas y, también, a los mercaderes que están detrás de esos fastos.

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