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La ciberesquina

Puertas al campo

Elon Musk es una de esas estrellas contemporáneas del mundo de los negocios, a medio camino entre empresario y científico, cuyos sueños provocan a menudo más de una pesadilla en las cúpulas de las corporaciones asentadas sobre mercados más o menos convencionales (esto es, desarrollados antes de internet). Musk, físico de carrera nacido en Sudáfrica, ha tenido que ver en asuntos como la implantación de los pagos a través de la red (PayPal), un nuevo desarrollo de la industria aeroespacial (SpaceX) o, mayormente, el salto tecnológico experimentado por los coches alimentados con energía eléctrica (Tesla Motors). Innovador y emprendedor al mismo tiempo, lo suyo es poner de los nervios a la industria pretérita. Es un apóstol dylaniano, que avisa que los tiempos están cambiando.

Una de sus últimas aventuras amenazan al oligopolio de las compañías eléctricas, dueñas exclusivas del suministro a los hogares del vulgo: una batería Tesla será capaz este mismo año, dijo Musk, de almacenar energía renovable y alimentar las luces de su propia casa sin tener que pagar la factura a empresa alguna. Glups, pensaron de inmediato en algunos despachos de elevada cota. Se acabó el business, que decían en el barrio.

Y empezaría otro, claro. Uno, esencialmente, más barato para el vecino. Pero en España quizás no: el Gobierno, eso circula en la red, tiene preparada una regulación para evitar que a un cualquiera se le ocurra el disparate de ponerle pilas a su casa y darse de baja en su eléctrica. Habráse visto. Si alguien obra de semejante manera, debería pagar por verter su propia energía a la red común, para no 'encarecer' el coste de producción del amperio decente, y, con ello, las facturas ajenas. No se contempla la hipótesis, al parecer, de que a la mayoría le dé por usar una Tesla y se acabe el engorro pagar la luz.

O en realidad, justo porque sí se contempla, se habla de una ley nueva. Otra puerta que se pretende levantar en mitad del campo. El de internet y los avances tecnológicos, que se suceden a una velocidad exponencial muy superior a la capacidad de las grandes corporaciones para asimilar la evolución de la sociedad humana. Una especie que, sobre todo, inventa.

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