Un poco conocido escritor venezolano, Rufino Blanco Fombona, que estuvo preso en su país y que lo representó como cónsul en una vida de fiero y desigual combate por la gloria, fue en su madurez nombrado gobernador del territorio del Amazonas. A lo largo de medio siglo todos los gobernadores habían muerto asesinados y así continuó ocurriendo cuando don Rufino abandonó el cargo. "Como gobernador", escribió más tarde, "apenas fui un paréntesis entre dos muertos". Eso es lo que todos los venezolanos -los del oficialismo chavista y los opositores- deben evitar que ocurra con Nicolás Maduro: no puede ser un paréntesis, un calamitoso paréntesis, entre dos tiempos muertos. La victoria de la Mesa de la Unidad Democrática, con una participación electoral que arañó el 75% de los votantes, ha sido contundente. En la tarde de ayer los dirigentes de la MUD aseguraban que habían obtenido 112 diputados (las sucesivas reformas electorales chavistas, que favorecían a la fuerza más votada, se han vuelto en contra de Nicolás Maduro y los suyos) y esos dos tercios de la Cámara les permitirían, según la Constitución, designar o remover determinadas autoridades, promulgar leyes orgánicas o incluso reformar la Carta Magna. La reacción del presidente de la República en un primer mensaje a la nación ha sido proclamar el respeto por los resultados electorales.

Fue una agradable sorpresa porque durante los últimos meses Maduro llegó a regurgitar barbaridades sobre un posible triunfo de la MUD, y de forma igualmente preocupante, varios dirigentes y numerosos candidatos de la oposición vomitaron barrabasadas a propósito de la hora de la venganza. Ahora la única actitud cívicamente aceptable es la negociación, el acuerdo y el consenso. El chavismo controla el gobierno federal, la inmensa mayoría de los gobiernos estatales, el Tribunal Supremo, las Fuerzas Armadas. No es un poder agonizante y en su interior se ejercerán presiones para preparar un numantinismo sordo a cualquier requerimiento parlamentario o resultado electoral. Varias fuerzas derechistas integradas en la MUD, asimismo, creen o quieren creer que el régimen chavista está a punto de caer y que no merece contemplaciones: que cojan sus corotos y se marchen del país, y si les acompañaran dos o tres millones de comunistas, mucho mejor. Es una chifladura simétrica que puede ser letal. Aquí y ahora solo cabe diálogo, y si el diálogo no funciona, pues se empieza a dialogar de nuevo. Un diálogo con dos objetivos: corregir una política económica que ha llevado al país a un desabastecimiento alimentario y médico intolerable y articular una política de seguridad que permita respirar por las esquinas. Y luego está la reforma política y constitucional que deberá contar con dos requisitos básicos e interrelacionados: el país ni puede tener como ejemplo democrático a Cuba ni puede retroceder socialmente a 1998.