Las tardes de los martes Antonio Hernando las reserva para su gran hobby, la alfarería. Tiene su casa llena de vasijas, ceniceros y sacachapas de barro. Le relaja amasarlo con sus dos manos, concentrado en una sola tarea, descansando mentalmente de tanto estrés parlamentario. Pone en marcha el torno, que para él es la metáfora de una vida que gira y gira creando y destruyendo cosas, y se convierte en alguien distinto, se regenera desde dentro.

Y no sólo trabaja la vajilla, también se atreve con proyectos más curiosos. Por ejemplo, en el salón de su casa tiene enmarcado en barro su discurso en la investidura de Rajoy, trabajo vistoso pero un poco frágil. Cuando alguien se acerca para admirarlo mejor Hernando se pone nervioso y pide que no se toque mucho.

Lo vive tanto que a veces mezcla conceptos. Cuando intenta explicar la diferencia entre el sí y la abstención se le oye decir que un plato es un plato y un vaso es un vaso. Y el otro día, al terminar una pieza decorativa con la forma de un puño sujetando una rosa susurró "fin de la cita" para sí mismo, absorto.

Últimamente lo tiene abandonado. Resulta que, cuando se pone frente al torno, siente una presencia en la casa que le da mucho yuyu. Nota unas manos invisibles que agarran las suyas y le obligan a crear objetos que no quiere hacer. Y es entonces cuando el plato se transforma en vaso, o da forma a un sobre de barro, en trance, en diferido, todo puede ocurrir. La presencia, el fantasma, el ghost, se le acerca al oído y le sermonea. Y Hernando se levanta de un salto y le responde al aire, asustado, en plan "es la gestora la que elige al líder y es el líder el que quiere que sea la gestora el líder". Está pasándolo mal. El espectro le cambia las cosas de sitio, hoy dejo esta chaqueta aquí y mañana me la encuentro debajo del felpudo de la entrada, y estos momentos poltergeist lo tienen de los nervios. Ya no sabe ni lo que dice. Se le ve hablando solo por la calle gritando "¡el que se abstiene es un traidor!", para luego añadir "¡a mí no me llames traidor!" en un estado Gollum muy preocupante. A veces quiere decir croquetas y le sale cocretas... fatal, fatal.

Lo que Antonio no sabe es que ese fantasma no sólo le ataca a él, sino a todo el partido. Dicen que se manifiesta por las carreteras de España deteniéndose en las sedes del partido, como un espíritu de la venganza, relatando historias que ya no tienen remedio y desapareciendo entre llanto y fuego naranja, azul y rojo. La última vez lo vieron dándole la chapa a la chica de la curva, la llevaba de la mano a Ferraz y le decía: "En esa sede morí yo".