El pueblo de Fontanales celebra este fin de semana la `Fiesta de los Vecinos', en cumplimiento de la promesa que hicieron los fontanalenses el año 1758 y que, desde entonces, lleva celebrándose todos los primeros domingos de Mayo, sin interrupción -ni siquiera en tiempos de la República ni en los de la Guerra Civil de 1936-. Fontanales celebra el primer domingo de mayo la Fiesta de los Vecinos en cumplimiento del voto comunitario transmitido de padres a hijos desde hace 259 años. La razón de por qué se celebra esta fiesta votiva el primer domingo de mayo nos la da el canónigo doctoral de Canarias, doctor Francisco Caballero Mujica, en su obra "Aspectos de la vida religiosa en Fontanales".

Se cumplen 259 años del voto formulado aquel domingo, 7 de mayo de 1758 por los vecinos de Fontanales al apóstol San Bartolomé -patrono del pueblo- en agradecimiento a su intercesión frente a la invasión de cigarra berberisca, en una de las más espantosas plagas que Gran Canaria ha sufrido en toda su historia. Aquella invasión comenzó en la isla el 28 de marzo de 1758. Tan grave fue que, según revelan Ignacio Quintana Marrero y Santiago Cazorla León en su libro "La Virgen del Pino en la Historia de Canarias", la imagen de la patrona de la Diócesis fue bajada, en rogativas, desde Teror hasta la Catedral de Santa Ana y La plaga de langosta fue terrible, según consta en los archivos eclesiástios. El 7 de Mayo de 1758 se sacó de la ermita la imagen del patrón San Bartolomé y, súbitamente, cayó tan fuerte lluvia que ahuyentó y exterminó la plaga de ortópteros del cielo y de las fincas de la comarca. La reacción de los vecinos no se hizo esperar. Todos alababan al Santo y la promesa surgió súbita y unánimemente: a partir de entonces, todos los años, el primer domingo de mayo, se honra al santo apóstol Bartolomé con una solemne función religiosa, sermón y procesión de la imagen del santo por las calles del pueblo, además de otros actos de participación popular.

Los vecinos de Fontanales, pueblo, pagos y barrios que entonces conformaban la zona de influencia de la antigua ermita -posteriormente, el año 1915, erigida en parroquia por el obispo Ángel Marquina y Corrales- se comprometieron cada primer domingo de mayo a entregar "el fruto de un día" para sufragar los gastos de la fiesta. Un fruto que se entiende por tal "el haber o jornal de un día". Como quiera que por entonces la casi totalidad de los vecinos de Fontanales, y de todos los barrios, era gente dedicada a las faenas del campo o al pastoreo de sus rebaños, se aportaba el "queso de un día" que, una vez reunido, se subastaba públicamente y, con su importe, se sufragaba los gastos de la fiesta. Si quedaba remanente, se aprovechaba para adquirir algún objeto para el templo o se subvenía alguna necesidad.

La promesa del primer domingo de mayo de 1758 involucraba a los vecinos de entonces, a sus descendencias y a todos los hijos fontanalenses, desde aquel día hasta la consumación de los siglos. Se trata de una promesa que continúa, aunque el 'fruto del día' se ha sustituido hoy por su equivalencia en euros. Todo fontanalense o descendiente de hijo de Fontanales, viva o no en el pueblo, sabe que en virtud de aquella promesa deberá dejar el importe de lo que gana en un día de jornada laboral o profesional para las necesidades de la Fiesta de los Vecinos.

Según dispuso en el año 1960 el venerable párroco don Juan Díaz Rodríguez, ,desde entonces el remanente queda como fondo para las fiestas patronales del 24 de agosto, solemnidad de San Bartolomé, una de las fiestas más antiguas que se celebran en Gran Canaria -desde el año 1637 de forma ininterrumpida cada año, por lo que este 2017, el próximo agosto, se conmemorará el 380 aniversario- y podemos aseverar que después de las del Pino, en Teror, y las del Apóstol Santiago de Tunte, en la Villa de San Bartolomé de Tirajana, las agosteñas de San Bartolomé, en Fontanales, cuentan con una de las romerías que mantienen su más acendrada pureza en la isla de Gran Canaria.

Hoy las fiestas mantienen los actos fundamentales de la promesa: solemne función eucarística -que presidirá el cura párroco Roberto Rivero García- y procesión de la imagen de San Bartolomé por las calles del pueblo. Sin embargo, en sus orígenes, y hasta avanzado el pasado siglo, el día de la 'Fiesta de los Vecinos' contaba, desde muy temprano, con feria de ganado. Por la tarde, lucha canaria, juego del garrote -con palos de tea o de barbusano-, 'justas' o torneos con bien cuidadas y briosas caballerías montadas por habilidosos jinetes; levantamiento de arado, lanzamiento de 'barras' (bien piedra lisa o bolas de hierro), exhibiciones folclóricas y conciertos musicales de pulso y púa.

El recordado don Juan Díaz Rodríguez -hijo de Fontanales, y cura párroco durante muchos años -nos habló de la tradición en las vísperas de la fiesta de sacrificar reses cuya carne formaba parte del tradicional 'puchero canario' acompañado de pan de trigo y 'matalauva', elaborados en hornos caseros, que era menú obligado en todas las casas en la fiesta. Según don Juan, entonces era costumbre -"casi norma de obligado cumplimiento"- que toda res destinada a la matazón para abastecer de carne fresca al pueblo en las fiestas principales, antes de ser sacrificada, había de ser paseada y exhibida para que los vecinos indagaran su procedencia, toda vez que la carne que se consumía tenía que ser de la propia cabaña de Fontanales (hecho que, posiblemente, entraba también en la promesa, como tradición). Una vez contrastada la garantía, el vecindario emitía su veredicto y a las reses que iban a ser sacrificadas se las recluía, como en capilla, en lugar seguro.

Don Juan Díaz, con su característica socarronería de grancanario de isla adentro, nos dijo que "esa noche, pandillas de chiquillos y mozalbetes del pueblo, se acercaban al lugar de reclusión de las reses, cortaban los cabestros, daban rienda suelta a vacas y bueyes, mientras las espoleaban y hostigaban con espinosos varejones haciéndoles emprender veloz carrera hacia el pueblo, entre estentóreos mugidos. ¡¡Aquello era más espectacular que las sueltas de toros de San Fermín!!", espetaba el bueno de Don Juan.

Se da la circunstancia que este año será la segunda vez, en lo que llevamos del presente siglo XXI, que la fiesta de los Vecinos de Fontanales coincide con el domingo día 7 de mayo, el mismo día y misma fecha de la semana que los vecinos emitieron el voto aquel domingo 7 de mayo de 1758. La promesa ha permanecido desde entonces y permanecerá en los siglos venideros, en transmisión de padres a hijos como manifestación de una religiosidad que en el pueblo de Fontanales se vive con la fuerza y vigor del más encendido fervor y devoción. ¡Fontanalenses, a cumplir este domingo con el voto, no destruyamos la memoria y la palabra hecha promesa por nuestros antepasados!